Todo régimen basado en la fuerza bruta es una bestialidad, al servicio del dragón (Apoc 13:1-4)

Al sufrir con las hondureñas y los hondureños la triste realidad de su golpe militar y su brutal gobierno de facto, me acordé de algunos párrafos que escribí hace varios años sobre le gran bestia, para Tomo III del comentario.

Juan Stam
Juan Stam

Todo régimen basado en la fuerza bruta

es una bestialidad, al servicio del dragón

(Apoc 13:1-4)

   La mención de los diez cuernos, las diademas y los nombres blasfemos nos introduce en un tema que reaparecerá a través de este capítulo: el imperio romano, y todas las bestias parecidas hasta el final de la historia, no se basan en valores morales ni en la razón sino en la fuerza bruta y ciega.[1] Ese poder imperialista se vuelve aparentemente infinito por la muerte y la resurrección que parodian las del Cordero (13:3). Tal despliegue de poder, que expresa su fuerza irresistible, fascina al mundo entero y los lleva a seguir a la bestia y rendirle culto. La razón de esa idolatría no es la verdad ni la belleza ni el bien, sino precisamente el poder: "¿Quién como la bestia? ¿Quién puede combatirla?" (13:4). Esta adoración consiste en postrarse ante el poder absoluto de la bestia.[2]

   Pablo Richard (1994:134) sugiere que juntos estos aspectos -- cuernos, cabezas, diademas, blasfemias – todos describen la complejidad del aparato de dominación del imperio romano (cf. Mounce 1998:245; Osborne 2002:490). Históricamente, es claro que el imperio romano se basaba en la fuerza bruta, e igual también los imperialismos que le han seguido a través de los siglos, hasta hoy. Desde Babel (Babilonia), el imperialismo se ha basado en la sujeción por la prepotencia. Y como su dominio total e universal lo lleva a reclamar un poder absoluto, el imperialismo siempre tiende hacia la idolatría.

   En su análisis de Apocalipsis 13, Wikenhauser (1981:166) señala también que todos estos detalles son símbolos de poder, porque el poder es la esencia misma de la bestia. La omnipotencia, sugiere Wilcock (1986:123), es el atributo divino que más envidia y apetece Satanás (cf. Koester 2001:125). Dagoberto Ramírez, en "La idolatría del poder" (RIBLA #4 1989:109-126), analiza con agudeza penetrante esta obsesión con el poder en la dinámica del imperialismo:

Este poder Imperial, para sostenerse, necesitaba alimentarse con más poder, y conseguir la adhesión incondicional de la gente. Es así como apela al recurso religioso de la divinización del imperio ... A la gente común no le queda más remedio que someterse y adorar al Poder Imperial, rendirle culto, o morir acusado de ser "ateos"... (p.116)

El poder sólo se alimenta de más poder, y en cuanto más poder alcanza, más despótica es su actuación porque se sustenta en la sumisión total, absoluta e incondicional de sus súbditos ... El poder absoluto es entonces anti-evangélico, porque el único poder pertenece a Dios. El poder de Dios se expresa en la capacidad de engendrar vida, vida eterna y combatir la muerte (Juan 10:10,11). Por el contrario, el poder absoluto en manos del hombre conduce a la muerte; el uso abusivo del poder genera violencia y la violencia conduce a la muerte.

La violencia ejercida como manera de mantener el poder o ampliarlo genera muerte en todas direcciones. Es decir, no sólo muere la víctima agredida sino que también muere el agresor y la comunidad humana ... (p. 121)

El poder despótico genera muerte, violencia y también miedo o temor. El texto de Apocalipsis 13 se refiere varias veces al poder seductor que ejerce el poder absoluto sobre las gentes ... (5 veces en el texto 4,8,12 y 15) ... Es decir, todas las gentes han caído bajo el poder seductor del Imperio, pero a causa del miedo que se produce en ellos ante el peligro de perder la vida. No se trata entonces de una adoración que emana de la gratitud sino del miedo a la muerte... (p.122).

   Contra esa idolatría del poder y esa patología de la fuerza bruta, el Apocalipsis ofrece, como hemos visto en varias ocasiones, una teología bíblica de la política, del poder, de la justicia y de Shalom. Para la fe judeocristiana, Dios mismo es la única fuente de poder legítimo (Beale 1999:695), el que da a las autoridades su trono y su corona (Ap 4:4,9-11). El Cordero recibe el misterioso rollo (el futuro, la historia) de manos de Aquel que está sentado en el trono (5:7). El León de Judá vence a todas las bestias habidas y por haber, pero vence como Cordero inmolado y resucitado (5:5-6).

[1] Osborne (2002:490) sugiere que la posición anormal de las diademas (dominio, autoridad) sobre los cuernos (fuerza) significa que el imperio se basa en el poderío militar. Charlier (1993:253) distingue el énfasis en 12 sobre la pretensión de soberanía absoluta que caracteriza al dragón, y la dependencia de la fuerza brutal opresora de la bestia (Ap 13).

[2] Como señala Prévost (1987:112), en los capítulos 13 y 17 la bestia reivindica su autoridad nada menos que siete veces, lo que deja clara la centralidad en este relato del tema "poder" y de la legitimación de la autoridad impositiva.


Comentarios

ricardo rodriguez

me llamo la atencion la introduccion donde menciona el golpe militar en honduras, si fue triste, esa mañana fui el primero en levantarme sali al patio y senti que algo habia pasado, los Hondureños que no estamos metidos en politica vivimos confiando en Dios y mi oracion ha sido que nos de oportunidades de desarrollo, de trabajo y que nos bendiga con salud, agrego que aqui somos bendecidos por Dios. y que los hombres amadores de si mismos mas que de Dios el mismo esta tomando control....


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