Soy un radical conservador liberal
Estos términos se suelen emplear como membretes peyorativos, pero cada uno tiene también su sentido positivo.
¡Soy un radical conservador liberal! En mi juventud, de mis años universitarios, ayudé a organizar un debate sobre el tema, ¿"Es posible ser 'conservador' en teología pero 'liberal' en política"? ¡Interesante pregunta! Casi todos, en la Universidad Wheaton de los años 40, dábamos por sentado que ser "evangélico" significaba necesariamente ser también republicano en política nacional. El compañero que defendió la posibilidad de mantener la fe evangélica sin ser conservador en política ganó el debate rotundamente y abrió una ventana de luz en mi mente que me liberó para emprender un peregrinaje con Dios, que me llevó después por los caminos de América Latina. Los tres términos del título de estas líneas son muy imprecisos, especialmente cuando se emplean para categorizar peyorativamente a otras personas. En nuestros círculos evangélicos, "liberal" suele significar cualquier cosa que no nos gusta y que a nuestro parecer se aparta de la fe ortodoxa. Pero en otros círculos "conservador" significa reaccionario, dogmático y a-críticamente cerrado a las evidencias. Y para muchos, "radical" implica extremista y a veces hasta terrorista. Pero al contrario, creo que cada uno de estos términos significa un valor positivo que todos debemos encarnar.(1) Ser conservadores significa empeñarnos por conservar con fidelidad el mensaje bíblico y la rica herencia de la historia de la iglesia. La fe cristiana se rige por un "canon" y se nos ha transmitido a través de veinte siglos de testimonio fiel. Creo que muchos mal-llamado "conservadores" no tienen la menor idea de lo que pretenden conservar, pues no se dedican al estudio serio de las escrituras ni mucho menos a la historia de la teología. La inmensa mayoría de los cristianos y las iglesias que son "evangélicos" de hueso colorado (como decimos en Costa Rica) no tiene la menor idea de los grandes Reformadores y los principios fundamentales de la teología reformada, anabautista y arminiana-wesleyana. Sin sentido histórico es imposible ser realmente conservador. La verdad que la mayor parte del conservadurismo no es teológica sino ideológica. Expresa un temor ante el cambio y una alergia aguda contra todo pensamiento crítico. Eso no es realmente conservador sino reaccionario y fundamentalista. Es la actitud de "la vida sigue igual" y "nada ha cambiado desde el principio de la creación" (2 Pedro 3:4). Esa actitud me parece una traición al Dios que hace nuevas todas las cosas (Ap 21:5). Yahvéh (nombre mal traducido como "Jehová") es el Dios que acompañó a un pueblo nómada en su peregrinaje por el desierto. Es probable que "Yo soy el que soy" significa mejor "Yo seré el que seré" (Ex 3:14). Es el Dios de un futuro dinámico, no de un pasado estático.(2) El diccionario de la Real Academia define "liberal" en primer término como " Generoso, que obra con liberalidad". Conforme a ese sentido fundamental del término, ¿cómo podría un cristiano o una cristiana no querer ser "liberal"? ¡Y mucho menos un evangélico, que sabe que vive de la generosa gracia de Dios! Me parece una contradicción muy triste que tantos cristianos sean "il-liberales" con actitudes mezquinas en vez de generosas y bondadosas. Según algunos estudios sociológicos, los miembros de muchas iglesias muestran más prejuicio y más fanatismo que los que no asisten a ninguna iglesia. Algunas iglesias son patogénicas, que vuelven a las personas más cerradas y prejuiciadas de lo que habían sido. ¡Que Dios nos tenga misericordia, y nos ayude a ser más liberales! Otra definición de "liberal" reza, "Inclinado a la libertad, comprensivo", lo que también debe caracterizar al pueblo de Dios. Esto incluye la libertad de pensamiento, sin la que no podríamos buscar la verdad, de la que ningún ser humano es dueño, ni examinar nuestras convicciones y conducta por sanos criterios cristianos. El evangelio es libertad en Cristo (Jn 8:32; Gal 5:1,4,13) y predicar el legalismo es negar a Cristo para ofrecer "otro evangelio" que merece la condena de Dios (Gal 1:8). Qué irónico y lamentable que tantas iglesias ayer y hoy están en un legalismo anti-evangélico, sea de los viejos tabúes (no fumar, no bailar, no beber vino) o nuevos legalismos (el diezmo; asistencia a cultos, la sumisión al pastor-dictador o al "apóstol"). Otro significado de "liberal" es "aficionado a dar". Pues, en ese sentido, ¡que Dios nos hace a todos ultra-liberales! Ser liberal con todos, y especialmente a los más necesitados, es una dimensión indispensable de la ética cristiana. Se nos olvida que entre los que no entrarán al reino de Dios están los avaros (cf. 1 Jn 3:17). En muchas iglesias ellos entran por la puerta ancha, pero al reino de Dios ni por la puerta de atrás, porque no son liberales. En teología, "liberal" tiene un sentido histórico muy específico. Fue un movimiento teológico que comenzó a finales del siglo XVIII y dominó el XIX. Su mayor fundador, de apellido Schleiermacher, intentó volver el evangelio compatible con la mentalidad racionalista de su época. Interpretaba la religión en los términos sicológicos de "sentimiento piadoso de dependencia absoluta", Cristo como el ser humano con el mayor grado de ese sentimiento, la Biblia como una antología de la historia de la piedad, etc. Central al movimiento liberal fue "el evangelio social", una teología válida pero a veces reduccionista (reducir el evangelio a su dimensión social). Contra ellos surgieron los fundamentalistas, con una especie de "evangelio anti-social" y su propio reduccionismo aun más craso. Toda la teología consistía en la interpretación literal de la creación, la inspiración divina de las escrituras, la deidad de Jesucristo (menos o nada sobre su humanidad), la muerte y resurrección de Cristo y su segunda venida (pero casi nada sobre la iglesia, el reino de Dios y su justicia, la nueva creación). Fue quizá más extremo su reduccionismo en el terreno ética: la moral cristiana se limitaba a los clásicos tabúes: no fumar, no tomar, no bailar, no ir al cine, no jugar naipes, y no pertenecer a sociedades secretas. ¿Podría haber una ética más inadecuada y trivial? Teológicamente, no quiero ser ni liberal ni fundamentalista, sino evangélico. No es sorpresa que los fundamentalistas no lograron refutar o vencer a la teología liberal. A quien le tocó fue más bien a Karl Barth, con su "Teología de la Palabra" que volvía a las escrituras y a la Reforma protestante. Afirmó muy enfáticamente la trascendencia de Dios y la deidad de Cristo, a veces, en sus primeras etapas, hasta disminuir lo humano o la inmanencia. Su teología, que él bautizó como "teología evangélica", fue el polo opuesto del liberalismo. Sin embargo, muchos conservadores, en su ignorancia, lo han acusado de "liberal". Así funciona el tan frecuente abuso de los membretes para caricaturizar a otros con quienes no estamos de acuerdo.(3) La definición básica de "radical", de nuevo según la RAE, es "perteneciente o relativo a la raíz" o. "fundamental, de raíz". La persona radical va a la raíz de las cosas y las lleva, sin cobardía ni cálculos, hasta sus últimas consecuencias. A través de mi largo peregrinaje he venido descubriendo que muchas de las sagradas tradiciones que heredé no correspondían a las enseñanzas bíblicas ni las verdades de la fe. He venido aprendiendo que los tabúes fundamentalistas no eran mandamientos divinos absolutos, y que más bien la voz de Yahvéh me venía exigiendo conductas nuevas, en medio del mundo y de la historia, de la que nunca me habían enseñado. En otras palabras, el evangelio me radicalizó.Al fin, ¿que soy? ¿Conservador? Sí, y liberal y radical también, soy todos y no soy ninguno. Pero lo que quiero ser es un evangélico radical conservador y liberal. ¡Qué desafío más grande!