Recuerdos de una grata visita
Relato que envió el amigo Juan Esteban Londoño para este blog, que puede interesar a los lectores.
UNA VISITA A JUAN STAMPor: Juan Esteban Londoño B.Esta mañana de sábado nos esperaba José Pablo Chacón en la puerta de la UBL. Iba a llevarnos a la casa de Juan Stam para que compartiéramos con él, que también es amigo de José Pablo. Pero José Pablo se había olvidado que hoy había bautizos en su iglesia, y que hasta su esposa se iba a bautizar. Así que nos dejó en la puerta de la finca de Juan, y se fue.A las 10 en punto se asomó Juan Stam con una risa de niño pequeño y con una perrita callejera que lo seguía desde su casa hasta la portada. Le presenté a Arturo, y él nos presentó a su esposa Doris. Me habían dicho que vivía en una finca, y en mi imaginario de fincas supuse que era una de esas mansiones extravagantes de mi pueblo. Mas era una finca hermosa, con una casita de madera que lleva erguida unos cien años, y bananeras, limoneras y cafetales. La atraviesa un río que, nos cuenta Juan, hace veinte años les servía de baño, pues no tenían al principio ducha ni electricidad. Su esposa Doris la ha ido levantando poco a poco, añadiendo habitaciones y lugares, con la ayuda de algunos trabajadores contratados. Juan nos contó su experiencia como pastor protestante, que llegó a Santa cruz de Guanacaste, en campo costarricense y se encontró con el evangelio de los pobres. Escuchó las historias de los refugiados nicaragüenses en la dictadura de Somoza, y se hizo sensible a partir del amor de Jesucristo al clamor de los oprimidos. Sabía que seguir a Cristo es aliarse con la verdad, independientemente de lo que digan los medios de comunicación y las ideologías, y tomó el camino del Reino. Se alió al avivamiento del Seminario Bíblico Latinoamericano hacia la Teología de la liberación, y fue capaz de comprender en su mente gringa –que ya no era tan gringa- que el Reino de Dios en nuestro continente se debía traducir en acciones concretas para la realidad espiritual y estructural. Sin embargo, vio que muchos teólogos de la liberación magnificaban tanto su discurso que se les olvidaba el sentido de su fe: Dios y la vida; y por esto se considera más bien un amigo crítico de esta teología. Siempre está ahí, en medio de la línea difusa que lo pone en entre el conservadurismo y el liberacionismo, entre el evangelicalismo y el ecumenismo, entre el liberalismo y la neo-ortodoxia, para convertirse él mismo en toda una institución. Se considera a sí mismo un “evangélico radical”, entendido no como un fundamentalista de los “evangelicals” norteamericanos, sino como una persona que toma opciones radicales a favor del evangelio, retomando las ideas de Wesley y de la Reforma Radical Anabautista. Aunque eso sí, considera que sus alumnos lo han superado con creces, y se siente orgulloso de eso. Habla con mucha gratitud y orgullo paternal de Elsa Tamez, Edesio Sánchez y Plutarco Bonilla. Piensa que son unos genios y que han afectado profundamente a América Latina. En todo esto, Juan refleja que es un radical inamovible. Cuando ponen en duda sus convicciones de fe, él se burla de tanto optimismo liberal. Y cuando tratan de cuestionarle sus opciones socialistas, es mucho más radical que los teólogos de la liberación para defender la lectura de la historia como lucha de clases, y la propuesta del evangelio como una praxis transformadora de todas las estructuras, pensamientos y espiritualidades hacia el bien común. Se considera un pentecostal radical, marxista y evangélico. Y esto lo ha hecho ser muy crítico de sus amigos y amigas, pero sigue siendo un amigo fiel y honesto. Esto ya nos lo iba contando cuando entramos a la casa. Esta conserva el olor de los abuelos, con la humedad típica de una casa de madera y el calor pastoril de dos viejos llenos de vitalidad, de buen humor y de cariño el uno por el otro. Unas obras de arte hermosas, del continente que Juan y Doris se sienten parte, pues antes que nada se piensan latinoamericanos. La casa es una biblioteca entera, tal vez la librería más grande que he visto en la casa de una sola persona, pero predecible para alguien que ha estudiado el libro de Apocalipsis durante más de 50 años con lupa y esperanza, y que ha recorrido el camino de la filosofía, la teología, la historia, la sociología, y las luchas por la liberación de nuestros pueblos. En este ambiente recuerda a Ernesto Cardenal, el gran poeta, de quien tiene memoria a través de la gente de Solentiname, con quienes participó en las jornadas de trabajo en Nicaragua.Lo más importante es que se acordara de nosotros, que nos tratara como a grandes de la fe, cuando somos pequeñitos maravillados con esta experiencia de vida tan profunda y tan sencilla. En definitiva, la visita de esta mañana ha valido todo el viaje a Costa Rica. Estas tres horas de conversación, las camisas que su esposa nos regaló, los bananos que nos ayudó a traer el hombre hasta la Universidad Bíblica, el par de libros que nos firmó y su sonrisa maravillada por la vida son un recuerdo profundo que tatúa nuestra memoria y se extiende en esperanza. De Juan Stam aprendo que es mejor ser un evangélico radical que no un teólogo progresista a medias tintas en el compromiso con la realidad. Juan es un grande, un teólogo del camino, tan pequeñito como cualquier campesino, tan sencillo como cualquier viejito, tan amigo como cualquiera de ustedes que me lee. Un abuelo de la fe y de la praxis, que nos inspira hacia una espiritualidad comprometida.