!Que Dios me perdone: pienso votar por una atea!
Debemos votar por el candidato/a de mayor capacidad e integridad, y no por su afiliación religiosa.
¡Que Dios me perdone: Pienso votar por una atea!
En Costa Rica este noviembre tendremos elecciones de autoridades locales. El candidato tradicional para alcalde de la capital, San José, vuelve a postularse por enésima vez y siempre ha servido fielmente a los ricos (comenzando consigo mismo). Todos lo tienen por cristiano. En cambio Gloria Valerín, la mejor entre la nómina de candidatos, tiene una historia honrosa de haber luchado por la justicia y haber favorecido a los marginados de la sociedad. Su discurso es mucho más sustancioso, interesante y convincente. Pero hay un problema con ella: parece que en algún momento se confesó atea. Eso se está esgrimiendo como argumento contra ella, especialmente entre los protestantes. ¿Cómo podría un cristiano o una cristiana votar por una atea?
Martín Lutero dijo una vez que preferiría ser gobernado por un turco competente y honesto que por un cristiano deshonesto e incompetente. (Y eso, que en la época de Lutero el turco era el mayor enemigo, algo así como "comunista" hoy). En la vida cívica, lo decisivo es la capacidad y la integridad, no la profesión religiosa del gobernante.
Nos guste o no nos guste, la experiencia nos demuestra que los políticos que se identifican como "cristianos" no suelen ser gobernantes mejores que otros que no se identifican como tales, que profesan otra religión (judaísmo, religiones indígenas etc) o que se identifican como no creyentes. En América Latina, y específicamente Centroamérica, los políticos "cristianos" han dado vergüenza al evangelio (asesinos como Ríos Mont o ladrones como Serrano Elías, ambos de Guatemala). Aun de los "buenos", la gran mayoría sigue servilmente al oficialismo para ver qué beneficios puedan sacar, sean personales o para la iglesia.
Al protestantismo latinoamericana le ha faltado un reconocimiento claro de la gracia común de Dios. Mientras que la gracia especial es para la salvación de pecadores, la gracia común va, como la lluvia y la luz del sol, para toda la creación. Incluye el sustento divino del orden natural, la secuencia fiel de día y noche y de las mareas, como también la salud de creyentes e incrédulos, la inteligencia, los dones artísticos y musicales, la integridad moral y mucho más. Entre esas dádivas de la gracia común, van incluidos los requisitos para gobernar bien, sin limitarse necesariamente a cristianos. A estos dones Lutero los llamaba "la mano izquierda de Dios".
Cuando necesito una cirugía, busco al cirujano más calificado para la intervención, sea cristiano o sea islámico o sea ateo. Cuando voto por una candidata a un puesto político, lo responsable es optar por la persona que más merezca el puesto y que mejor lo va a desempeñar en bien de todos, y especialmente de los más pobres.
La primera epístola de Juan tiene una serie de afirmaciones que me parecen entre las más atrevidas de toda la Biblia. "Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de Dios" (1 Jn 2:29). ¿Cómo se le ocurre a Juan decir eso? ¿Si un ateo hace justicia, entonces es nacido de Dios? De hecho, la supuestamente atea Gloria Valerín ha hecho justicia, entonces, ¿ha nacido de nuevo? Más adelante Juan define el corolario negativo, que los que no hacen justicia, por muy religiosos que sean, no han nacido de Dios (3:6-10). ¿Dónde deja eso a tantos "evangélicos" (pastores, políticos, comerciantes etc) que de hecho no practican la justicia, por mucho que canten coros y diezmen fielmente? (Tengo algunos balbuceos de intento de respuesta a este problema, pero creo que es más importante dejar la pregunta abierta).
El ateísmo es un tema que apenas aparece en la Biblia, ya que era prácticamente inexistente en las culturas de la época. (Salmo 14:1 no significa que Dios no exista sino "Nada de Dios para mí", Dios no me preocupa a mí). En cambio, el gran problema en la Biblia y el peor de todos los pecados era la idolatría. Consiste en poner en el lugar de Dios cualquier cosa que consideramos el supremo bien y la mayor meta de nuestra existencia. El Dios de la Biblia no tolera rivales ni comparte su gloria divina con nada ni nadie. Por eso Elías desafió a Israel a escoger, "o Baal o Dios pero jamás ambos". Para contextualizar esa opción radical, Jesús la formuló en términos muy específicos: "nadie puede servir a Dios y a la riqueza". Si en el primer siglo el Nuevo Testamento reconoce la avaricia como la mayor tentación a la idolatría (Ef 5:5; Col 3:5), ¡cuánto más en nuestra sociedad comercializada y materialista de hoy!
Los humanos estamos siempre atraídos a un politeísmo de dos: Cristo y César (el imperio, la patria), Dios y Mamón (la riqueza, el lujo), Dios y la familia (la esposa, los hijos), Dios y el éxito (fama), Dios y el poder (diputados, partidos "cristianos"), y muchas otras idolatrías. Estrictamente, el primer mandamiento significa, "No tendréis otros dioses al lado mío" (Ex 20:3; Deut 5:7). Acab, el prototipo bíblico del idólatra, creía en Yahvéh y asigno a sus hijos nombres yahvistas (compuestos con alguna forma de "Yahvéh" en su nombre). Pero también adoraba a Baal. En eso consistía su idolatría. (Les invito a ver mi artículo, "¿Es posible ser idólatra sin darse cuenta?" en este blog, 3 de agosto 2010).
A un ateo sincero y honesto debemos respetarlo y darle un testimonio auténtico de nuestra fe. Pero de los "cristianos" idólatras, ¡sálvanos Dios!
Estoy seguro que votar responsablemente por la mejor candidata, aunque sea atea, no es pecado ni tendrá que ser perdonado por Dios. Y a nuestros políticos "cristianos", que Dios los perdone a ellos y ayudarlos a ser gobernantes más honestos y responsables.