¿Por qué no puede volver Manuel Zelaya a Honduras?

El reino de terror sigue en Honduras. Por mucho que Pepe Lobo invite a Zelaya a que regrese, en Honduras no existen condiciones mínimas para garantizar su integridad física y sus derechos humanos.

Juan Stam
Juan Stam

¿Por qué no puede volver Manuel Zelaya a Honduras?

   Don Porfirio Lobo, el presidente golpista de Honduras, ha andado arriba y abajo proclamando que el ex-presidente Manuel Zelaya, secuestrado violentamente y deportado por los militares el 28 de junio pasado, puede volver a Honduras sin problema, pues no existe ningún impedimento contra su entrada al país. Es más, está diciendo Lobo, que él mismo estaría dispuesto a viajar a la República Dominicana y acompañar a Zelaya en su regreso. Parece un ejemplo muy bello de democracia pura en acción.

   El señor Lobo sabe perfectamente bien que existen unas demandas muy cuestionables contra Zelaya y que el gobierno ha insistido en que al regresar Zelaya al país, sería arrestado inmediatamente. Además, si no fuera enviado directamente a la cárcel, su vida física estaría en grave peligro desde el primer momento y Pepe Lobo no podría hacer nada para protegerlo de los asesinos que andan sueltos ahora en Honduras.

   Como acusado, Zelaya no tendría la menor posibilidad de recibir justicia del gobierno golpista. Él fue secuestrado, violenta e ilegalmente, precisamente por orden del Poder Judicial con la plena complicidad de la Asamblea Legislativa y la Fiscalía de La República, en contubernio con las Fuerzas Armadas y la oligarquía del país. No ha habido ningún cambio en esa coalición de poderes golpistas. Ellos no perdieron tiempo en declarar la amnistía para los participantes en el golpe y los culpables de muchos crímenes posteriores. Todo el sistema es corrupto. Es por eso que Zelaya ha dicho que sólo regresaría a Honduras si le extendieran garantías, en caso de cualquier demanda en su contra, de ser juzgado por un tribunal internacional de reconocida imparcialidad. ¿Qué justicia podría esperar él del gobierno de su propio país?

   En la noche del miércoles, 5 de mayo, el Pleno de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia de Honduras dio una nueva evidencia de su corrupción y parcialidad. En una sola barrida, despidió de un plumazo a los abogados Ramón Enrique Barrios, Juez de Sentencia, Guillermo López Lone, también Juez de Sentencia, Luis Alonzo Chevez de la Rocha, Juez de Violencia Doméstica, Tirza Flores Lanza, Magistrada de la Corte de Apelaciones, y Osman Fajardo, Defensor Público.

   Según el informe de CODEH (Comisión de Derechos Humanos de Honduras), estos personeros judiciales fueron despedidos porque se habían negado a endosar el golpe. Colegas y observadores aclararon que no fue por apoyar a la resistencia o denunciar al golpe, sino esencialmente por su silencio ante las presiones de endosar tanta prostitución de la justicia. Varios de los afectados, acompañados por tres miembros del Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia, comenzaron una huelga de hambre en una plaza céntrica de Tegucigalpa en protesta por estos despedidos injustos.    Mientras tanto, sigue el reino de terror en Honduras. Asesinatos, asaltos y amenazas de muerte son de todos los días. Igual que antes, las víctimas son de la oposición. Hay hostigamiento constante contra líderes de la Resistencia y sus familiares y contra periodistas críticos, líderes indígenas, ambientalistas y líderes religiosos no afectos al régimen. Algunos de estos últimos son destacados evangélicos que conocemos personalmente.    En el mes de mayo han seguido los asesinatos. Adalberto Figueroa, de Olancho, era regidor de la corporación municipal de Guata, coordinador del Movimiento Ambientalista del Municipio, y predicador de la Palabra. Recientemente había levantado una denuncia en la que solicitaba al Instituto Nacional de Conservación y Desarrollo Forestal (ICF), detener los cortes de madera en esa zona. Además se había realizado un cabildo abierto en el que se aprobó iniciar los trámites para declarar la zona como área forestal protegida.    El sábado 8 de mayo salió con su hijo de 11 años y un sobrino a buscar leña. Desde el bosque un desconocido le quitó la vida. Con su asesinato, son nueve los ambientalistas del MOA muertos violentamente en los últimos años, sin que se hayan castigado a los asesinos. Como en algunos otros países de Centroamérica, ser ambientalista puede poner su vida en peligro.    Olayo Hernández Sorto, indígena de 37 años, vecino de Pueblo Viejo de Colomoncagua (Intibucá), era miembro de COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) y secretario del comité comunal del frente de Resistencia Popular. El martes 18 de mayo apreció su cadáver con tres disparos de pistola y heridas de arma blanca en la cabeza. Hernández Sorto deja su esposa y cinco hijos e hijas.    Otra arma de la represión es el asesinato de parientes de líderes de la resistencia. Arcadia Gómez era Ministra Social en el gobierno de Manuel Zelaya. El 26 de mayo, a las seis de la tarde en la colonia Travesía de Tegucigalpa, fueron asesinados su hermano Pedro Antonio Gómez y su cuñado Oscar Tulio Martínez. Ambos, igual que ella, participaban en las movilizaciones contra el golpe de estado. El día anterior, en otra colonia de la capital, varios hombres armados dispararon frente a la casa de la señora Arcadia, ex-ministra, y en el acto murió una persona y quedaron heridos dos menores de edad. Y antes de eso, hombres encapuchadoshabían ingresadoa la casa de la madre de Arcadia preguntando por ella. La señora Arcadia ha estado sometida a vigilancia y persecución así como acoso y amenazas a través de llamadas telefónicas, sin la más mínima protección de parte del gobierno.    Es un reino de terror que se cierne sobre todos los participantes de la Resistencia. En Honduras no existe el derecho de la expresión y la oposición pacífica.    ¿Será que el señor Lobo no sabe lo que está pasando en su propio país? Entonces, que se informe.    Su conducta parece más bien una fría jugada política para tratar de ganar reconocimiento para su gobierno seudo-democrático.    ¡Qué manera de jugar con la vida de un ser humano!    ¡Qué hipocresía!



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