"Los últimos tiempos" y la tradición escatológica (Cuestionamientos exegéticos)
Según en Nuevo Testamento, "los últimos tiempos" comenzaron hace dos mil años
"Los últimos tiempos" y la tradición escatológica
(Cuestionamientos exegéticos)
Queridos hijos [e hijas], ésta es la hora final,
y así como ustedes oyeron que el anticristo venia,
muchos son los anticristos que han salido ya.
Por eso nos damos cuenta de que esta es la hora final.
1 Juan 2:18 (NVI)
Cuando alguien predica sobre el Apocalipsis o sobre la profecía predictiva, dos preguntas son inevitables: "¿Qué significa 666?" y "¿Cuándo van a comenzar los últimos tiempos?".
En el texto aquí citado, y en una gran cantidad de otros pasajes, encontramos la respuesta a esa segunda pregunta. ¡Los últimos tiempos comenzaron hace dos mil años! Ya para finales del primer siglo, había llegado "la hora final". Aunque nos sorprenda es cierto, ¡el Nuevo Testamento enseña una "hora final" que ha durado ya veinte siglos!
Para los judíos, la historia se dividía en "este siglo" y "el siglo venidero", que comenzaría con la llegada del Mesías. La fe cristiana afirma que ese Mesías ya ha venido y por eso ha comenzado el siglo venidero. Jesús vino anunciando que el Reino de Dios había llegado (Mt 12:28; Lc 11:20; 17:21). Pero por elementos propios del evangelio, la fe cristiana introduce también el concepto de una segunda venida de Cristo con que terminarán estos "últimos tiempos".
Tampoco podemos suponer que algunos términos se refieren a estos "últimos tiempos" tan largos pero otros términos sólo al final de la historia, todavía futuro. Son muchos pasajes, con terminología muy variada, que afirman que estamos ya en los últimos tiempos. Para 1 Juan 2:18, se trata de "la última hora". Hebreos 1:2 afirma que "en estos días finales" Dios nos ha hablado "en hijo" (la encarnación, ya pasada). Cristo, designado por Dios antes de la creación del mundo, se ha manifestado "en estos últimos tiempos" (1P 1:20). Las mismas frases sirven tanto para el "ya" como para el "todavía no".
El fuerte énfasis cristológico de estos pasajes no es casualidad. Es precisamente con Jesús el Mesías que comenzó el prometido "siglo venidero" como un "tiempo en que se concede una nueva e incomparable oportunidad" (Grässer, en BalzSch I:1614). El tema central de los evangelios sinópticos es la llegada del reino de Dios a la tierra y a la historia con la venida de Jesús (Mt 12:28; Lc 17:20-21). Es el cuarto evangelio que más destaca la constante tensión dialéctica entre el "ya" (el reino ha venido) y el "todavía no" (el reino va a venir en su fase final; Jn 5:24-29). En el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, Dios realizó el acto decisivo de juicio y salvación que cambió para siempre la historia humana. A la vez, esta etapa final de la historia culminará con su parusía como clímax cristológico de todos los siglos desde la creación del mundo (Ef 1:10). Mientras tanto, la iglesia vive con fe y esperanza entre el "ya" y el "todavía no", entre la primera venida del Salvador y su futuro regreso.
En el Pentecostés Dios cumplió una promesa que era para "los últimos días" (Hch 2:17). Aun los creyentes que apostataron después "habían gustado los poderes del siglo venidero" (Heb 6:5). A nosotros, según 1 Cor 10:11, nos han alcanzado los fines de los tiempos. Al denunciar a los ricos, Santiago escribe, "Han amontonado riquezas, ¡y eso que estamos en los últimos días!" (Stg 5:3).
Las señales de los últimos tiempos: Esta frase no aparece como tal en ninguna parte del Nuevo Testamento pero es casi omnipresente en boca de muchos "expertos" en profecía. Al inicio del discurso de Jesús en el Monte de los Olivos, cuando anunció a los discípulos la destrucción del templo (Mr 13:2; Mat 24:2), ellos le preguntaron, "¿cuál será la señal de que todas estas cosas [la destrucción del templo] están por cumplirse?" (Mr 13:4). El relato de Mateo añade otra pregunta: "¿Cuál será la señal de tu venida y del fin del siglo?" (Mt 24:3). Observemos que no se trataba de "señales" (plural) ni "del fin de mundo" (sino "del siglo") y sobre todo que Jesús en ningún momento les ofrece la señal que pidieron.[1] La primera mención de "señales", en 24:14, se refiere a las señales engañosas de los falsos profetas. La única "señal" que Cristo les ofrece es su propia persona en su gloriosa venida (24:30) y no como el "pre-aviso" que esperaban los discípulos (cf. 24:36; Hech 1:6-7).
Cuando entendemos la dimensión presente de "los últimos tiempos", el tema de las señales del fin toma una dimensión nueva desde la perspectiva del "ya" que vino con Jesús. ¿Podría ser posible, por lo menos en parte, que los autores estaban pensando en su propia época como "últimos tiempos" en vez de estar describiendo un tiempo tan remoto de sus propias circunstancias?
De un análisis de las listas de maldades escatológicas en 1 Timoteo 4:1-5 y 2 Timoteo 3:1-13 y 4:3-4 a la luz del "ya" de los últimos tiempos, sale la impresión sorprendente de que describen los mismos tiempos apostólicos del primer siglo. No parece haber nada en la lista que no correspondiera a esa época antigua. De hecho, algunas desviaciones que existían en la antigüedad, y que aparecen en estas listas, serían inconcebibles en el mundo de hoy. Por ejemplo, ¿qué pertinencia podría tener en este siglo la prohibición de ciertas comidas (1 Tim 4:3-5), un problema muy real para la iglesia del primer siglo? ¡Aun más inconcebible hoy sería una secta que prohibiera casarse (1 Tim 4:3)! Sin embargo, un grupo antiguo llamado los "encratitas" promulgaban esa prohibición de relaciones sexuales. Un documento apócrifo, "Los hechos de Pablo y Tecla", narra que ellos andaban por el mundo predicando la total abstención sexual. Cuenta que un hombre quería asesinar a Pablo, por haber arruinado su vida matrimonial. Un análisis de estos pasajes con esa comprensión de "los últimos tiempos" favorece la tesis de que estos textos pintan un cuadro de la realidad del primer siglo y no sólo de un futuro remoto para ellos.
Una cuidadosa interpretación de Judas 18 y 2 Pedro 3:3 nos lleva a la misma sospecha. Ambos presentan el surgimiento de burladores como señal de los últimos tiempos, pero del pasaje queda claro que están pensando en su propio momento histórico. Parece que un fuerte prejuicio futurista puede haber distorsionado la exégesis de estos textos, que deben interpretarse mucho más contextualmente.
[1] Sobre este pasaje véase el artículo anexo, "Las señales del tiempo" (en juanstam.com, 27 enero 2010).