Las sanciones económicas de la gran Bestia
La marca de la bestia es una medida económica que no permite a los que no adoraban al emperador vender o comprar nada. Hoy eso se llama un embargo.
Las sanciones económicas de
la gran Bestia[1]
"Y hacía que a todos se les pusiese una marca...y que ninguno pudiese comprar ni vender sino los que tuviesen la marca"
Apoc. 13.16s
Es curioso, y sintomático de las incoherencias que prevalecen en la interpretación del Apocalipsis, que tanta gente se obsesione por descifrar el misterio del número "666", pero casi nadie se fija en la finalidad de dicha marca -- el impedir que otros compren y vendan. La inmensa mayoría malinterpreta el "666" como una especie de rompecabezas o crucigrama del cual depende supuestamente toda nuestra comprensión del futuro.
Podemos estar seguros de que tanto Juan como sus lectores sabían quién era la Bestia y por qué se conocía por "666". Nosotros también, con un grado de certeza hermenéutica bastante alto, podemos entender lo que Juan quiere decir por "la Bestia" (cf. 17.7-11), pero carecemos casi totalmente de claves hermenéuticas seguras para saber por qué Juan y sus lectores la identificaban con el código de "666". Lo más probable es que poco ganaríamos con saberlo.
En el contexto del consecuente anti-imperialismo del Apocalipsis (Stam 1978/1979; Richard 1994), lo que realmente debe interesarnos en este pasaje son tres cosas distintas: a) las medidas masivas y masificantes para lograr "marcar" tanta gente e imponerles un modelo social uniforme; b) el empleo del poderío económico para imponer criterios ideológicos por medio del boicot y c) el significado de este pasaje para los casos de bloqueo económico con fines ideológicos y políticos en nuestro mundo actual.
A primera vista el énfasis explícitamente económico en 13.17 sorprende; parece fuera de contexto. Si la Bestia ya ha decretado la muerte de los rebeldes que se niegan a adorarle, ¿para qué, ahora, este plan tan vasto de control económico?
El falso profeta se presenta al principio como esencialmente religioso: es profeta y taumaturgo (13.11-14). Como tal, en seguida toma características de una especie de "Gran Inquisidor", apelando a la espada y la muerte contra los que no se acoplan en su sistema religioso-ideológico. Pero (¡parece anticlimático!) el colmo de su maldad diabólica es su sistema globalizante de dominación y discriminación económicas con que pretende negarles a los no-conformistas la base material de su subsistencia. Este proyecto de sanciones económicas concluye todo el capítulo, como la culminante "obra maestra" del terrible enemigo del pueblo de Dios. Lejos de estar fuera de contexto, los versículos 16-18 son el verdadero clímax del pasaje, hacia el cual se dirige toda la exposición de las dos bestias.
Casi no existen evidencias históricas de programas de represión económica sistemática o paralelos antiguos para lo que se describe aquí (Ladd: 165). Pero el inmenso poderío económico del imperio romano y de los templos del culto imperial sí provee un trasfondo realista para la extrapolación profética que vislumbra Juan.[2] De hecho, algunas de las cartas de Apocalipsis 2-3 (Esmirna, Tiatira) dejan entrever que los cristianos habían sufrido ya medidas de opresión económica por causa de su fe. Pero aún más, Juan podría estar pensando en la práctica de la sinagoga de ostracismo total y severo aislamiento de los excomulgados del judaísmo, sobre todo los judeo-cristianos de Asia Menor que habían sido expulsados de la sinagoga.
La palabra que Juan usa para la "marca" en 13.17 es járagma, en contraste con la palabra usada para el sello de los fieles (sphragís 9.4; cf. 7.2). Esta palabra griega se usaba como término técnico para la efigie del Emperador en las monedas imperiales y también para el sello oficial en documentos comerciales y públicos.[3] Según William Barclay, todo contrato válido tenía que llevar esta járagma (p99).[4] Pero esto tampoco constituye el tipo de bloqueo total que Juan profetiza.
Lo que llama mucho la atención es que Juan denuncia un tipo de bloqueo económico que escasamente existía en su propio tiempo, pero que sí existe en el nuestro. La creatividad imaginativa de Juan, de visualizar una situación que no tenía antecedentes ni en la realidad contemporánea ni en la literatura apocalíptica, revela la aguda conciencia económica y anti-imperialista que caracteriza a todo el libro. En todo el Apocalipsis queda evidente que Juan percibe con gran claridad las realidades crudas de la vida económica del imperio. Precisamente este detalle, un bloqueo económico de los que no adoran a la Bestia, revela inconfundiblemente la mano del Vidente de Patmos.
Es importante recordar que, para Roma, el culto al emperador era un proyecto básicamente ideológico, para apuntalar la amenazada unidad del imperio.[5] En aras de los intereses del imperio (hoy diríamos "intereses nacionales" de la superpotencia), la gran Bestia pretende imponer sobre toda la sociedad una uniformidad ideológica, totalmente homogénea. Todos tienen que llevar la misma "marca", la impronta de la ideología imperialista, como si fuesen reses marcadas con el mismo fierro, o galletas fabricadas con un mismo molde.
Pero resultó que dicho sistema era inaceptable para los cristianos, y los cristianos eran inaceptables para el sistema. Esa "marca", que era el indispensable "pasaporte al éxito" dentro del sistema (Hough 1957:465), para los cristianos era nada menos que idolatría. Puesto que los cristianos no se "amoldaban" al patrón social, había que reprimirlos. Y entre los mejores mecanismos de control ideológico para tal efecto iba el aparato de dominación económica. Se presenta como arma predilecta de la Bestia, aún más que la espada, quizá por el placer especial de verles sufrir a sus enemigos. A la Bestia le agrada más verlos morir de a poco, estrangulados económicamente en forma lenta, pero segura, que matarles "de un solo tiro".
En otros pasajes, Juan señalará que tomar el poder, que Dios les ha otorgado para el bien, y usarlo para el mal y la injusticia es una prostitución; la Roma que impone tales "sanciones económicas" es una nueva Babilonia. T.F. Torrance (p116) lo expresa muy elocuentemente:
"Babilonia es el poder estrangulante del mal sobre el mundo entero...Babilonia es la reina del comercio internacional de lujos...El mundo entero está en el poder de un cautiverio babilónico que funciona por medio del sistema económico".[6]
No menos que bajo el imperio romano, la adhesión incondicional que exige el sistema capitalista hoy puede ser también un problema de idolatría.[7] Y cuanto más inconsciente la idolatría, más sutil y peligrosa.[8] No cabe duda de que el insaciable materialismo y consumismo, aun entre muchos "evangélicos", llega a ser, en realidad, idolatría. Hoy día, ante el poder omnímodo del "dios dólar", Juan nos volvería a exhortar con toda vehemencia: "hijitos míos, guardaos de los ídolos".
Para la mayoría de los comentaristas, lo que Juan describe aquí es un boicot económico contra los que se negaban a adorar a la gran Bestia. Algunos sugieren que Juan visualiza un sistema vasto de licencias, sin las que nadie puede comprar ni vender. También podría ser una manipulación discriminatoria de un sistema universal de carnets de identidad, similar a la práctica hace unas décadas en África del Sur. Cualesquiera que sean los medios y los métodos, el resultado es el mismo: el total ostracismo social y económico de los excluidos del sistema.[9]
Leon Morris (1977:205) señala que el griego de 13.17 (hína mè tis dún_e_tai) significa una prohibición total de participar en la vida económica, lo que equivaldría a morirse de hambre. Según Morris, significa más que "estorbar" la participación económica; significa el propósito (hína) de prohibirla totalmente, tomando todas las medidas correspondientes (por ejemplo, la marca, la espada). La intención era que nadie pudiera escaparse de las condiciones del bloqueo (tis...ei mè ho éjwn tò járagma).[10]
A la Bestia no le faltan recursos para lograr sus metas. En conjunto, el pasaje (13.12-18) presenta todo un paquete de tácticas y medidas para imponer la pseudo-religiosa ideología del imperialismo (13.12). A nivel de propaganda, el falso profeta engaña a las naciones (13.14; cf 12.9; 19.20; 20.3,8,10) y las seduce con sus impresionantes "milagros" (13.13s; 2.20 planâ), hechicerías (9.21 pharmákon; 18.23 pharmakeía 21.8; 22.15), y sus tentadores lujos (18.3,7,9,12-14). Su principal "medio de comunicación" es la imagen que habla y que sacraliza milagrosamente a la ideología idolátrica del Imperio. A nivel económico, la bestia impone un boicot pretendidamente englobante, con la meta declarada de estrangular a todos los anti- y extra-sistémicos. Y su último recurso, al nivel del sistema "judicial" y policial, es la sentencia de muerte, religiosa y milagrosamente legitimada, contra todos los rebeldes que resisten el culto imperialista.
Básicamente, todos estos métodos de la bestia resumen las dos características del diablo en el Nuevo Testamento: la mentira y la muerte:
Este fue homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando dice mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira (Jn 8.44 BJ).
Cristo, en cambio, pudo decir "yo soy la verdad y la vida" (Jn 14.6); vino a vencer para siempre a la mentira y la muerte. Por eso también la Bestia se llama anti-Cristo. Cristo es verdad y vida; la Bestia es mentira y muerte.
En el Apocalipsis, el dragón (que es Satanás, la antigua serpiente) constantemente miente y mata, engaña a las naciones y las pone a matarse entre sí (cf. el caballo rojo, 6.4). En los inicios de la era mesiánica, el dragón se cierne sobre la mujer encinta, esperando devorar al niño en cuanto nazca; es el mismo diablo que actuaba en Faraón y Herodes. También, según 13.12-17, la Bestia engaña a los moradores de la tierra (13.13s) y mata por medio de represalias económicas (13.16s) y por la espada (13.14s). Al final de la historia, cuando el dragón sale del abismo después de sus largas prisiones, leemos que nuevamente "saldrá a engañar a las naciones" y a intentar levantar otra guerra (20.8s).
La mentira y la muerte tipificarán a la gran Bestia por dondequiera y cuandoquiera que se haga presente a través de la historia. Para ver las huellas de su presencia y obra, no tenemos que mirar muy lejos. En América Central en los años 80, la política de la administración Reagan fue exactamente lo mismo: la mentira y la muerte. Se empleaba la propaganda y la desinformación sistemáticamente en el servicio de un programa de muerte para cientos de miles de centroamericanos inocentes.[11] Lo que visto cómicamente fue "Ronald Reagan's Reign of Error" (el reino de error de Ronald Reagan), era en realidad para Centroamérica un reino de terror y de la muerte que sembró cadáveres en nuestras tierras.[12]
Finalmente, es necesario destacar que todas estas tácticas de la Bestia eran parte de una sola estrategia: imponer su sistema de dominación mediante todas las "armas de la muerte". Toda la estrategia consistía en matar: matar a la verdad con la propaganda (13.13-15), matar al estómago con el boicot (13.16-18), y matar al cuerpo con la espada (13.15). El ineludible prerrequisito para sobrevivir era adorar a la Bestia imperialista.
Este boicot también puede describirse con otro nombre: es guerra económica contra el pueblo de Dios. Según Beasley-Murray, todo esto "no significa otra cosa que una declaración de guerra económica, por parte del Estado, contra la iglesia".[13] R.H. Charles (1920:363) entiende el boicot como uno de los mecanismos de muerte ya declarada por el imperio (13.15) y lo tilda de "una guerra económica sin cuartel y sin misericordia, con miras a la supremacía absoluta" del imperio. El boicot es una sentencia de muerte para sus víctimas (Richard: 138).
El boicot es una manera de quitarle el pan al pueblo, sobre todo a los pobres. La inmoralidad de tal acción es el tema de Eclesiástico 34.20-22, el cual jugó un papel histórico en la teología profética en América Latina, ya que fue el "llamado a la conciencia" que condujo a la conversión ética de Bartolomé de las Casas:
Es sacrificar un hijo delante de su padre
quitar a los pobres para ofrecer sacrificio.
El pan de los pobres es su vida;
quien se lo quita es homicida.
Mata a su prójimo quien le quita el sustento,
quien no paga el justo salario derrama sangre.
Eclesiástico 34.20-22
Aunque este importante pasaje déutero-canónico se refiere, en primer término, a la explotación del obrero y de los sueldos injustos, se aplica también, muy elocuentemente, al uso del bloqueo económico como mecanismo para quitarle el pan a los pobres y matar a sus hijos. Es obvio que el pasaje constituye una denuncia vehemente contra el bloqueo que les ha quitado el pan a los cubanos durante más de treinta años y a los nicaragüenses en los '80, causando muerte y hambre entre niños y adultos.
El proyecto de matar al pueblo por hambre es el de la gran Bestia; corresponde a la historia de la des-gracia cuyo símbolo es el Babel imperialista (Gn. 11). Es el proyecto de muerte de aquel que siempre miente y mata. Pero el proyecto del Dios de la gracia es un proyecto de vida y verdad. El Dios Creador "abre su mano" y da a todos abundantemente (Sal 136.25; 104.28; 145.15s).[14] El patriarca José, lejos de quitar el alimento a nadie, fue usado por Dios para encabezar un programa global de alimentación a todos, inclusive los que eran enemigos del gobierno que él representaba (Egipto), de su propia nación (Israel) o que habían sido sus propios enemigos personales (sus hermanos).
La Gran Bestia, en su ego-idolatría, se atribuye blasfemamente el poder de vida y muerte sobre los que no están de acuerdo y no se someten a ella. En contraste, José, siervo del Dios de la vida, después de haber "mantenido con vida" al pueblo, se niega explícitamente a arrogarse algún poder de vida y muerte, porque, dice José, "¿Acaso estoy yo en lugar de Dios?".[15] A la vez, José afirma el seguro triunfo del proyecto del Dios de la vida y la gracia sobre los proyectos de la anti-vida y la des-gracia: Dios "encaminó para bien" a la maldad de sus hermanos, "para mantener en vida a mucho pueblo" (Gn 50.20).
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Las sanciones económicas de los Estados Unidos contra Cuba comenzaron en octubre de 1960 con una drástica reducción de la cuota de importación de azúcar cubana, seguida por un embargo muy amplio. En febrero de 1962 Juan F. Kennedy ordenó el embargo total contra Cuba y en l963 prohibió a los estadounidenses visitar la isla. En los '80s Ronald Reagan intensificó el bloqueo cultural y político, prohibiendo aún más estrictamente las visitas entre los dos países. Diversas explicaciones de las sucesivas represalias daban a entender explícita o implícitamente cuál era el objetivo de estas medidas: crear un conflicto interno dentro de la isla y provocar el derrocamiento del gobierno cubano.
La continua frustración y desesperación de Washington en sus esfuerzos de derribar a Castro llevaron a esta cruzada a una nueva etapa con la Ley Torricelli, de octubre de 1992. Esta nueva ley prohíbe a subsidiarias de empresas estadounidenses, legalmente incorporadas en terceros países, comerciar con Cuba. Además impide atracar en puertos estadounidenses, durante seis meses, a aquellos barcos (de cualquier país que sean) que hayan entrado en puertos cubanos o que son barcos en los que Cuba tenga intereses comerciales. También autoriza al Presidente de los EE.UU. a aplicar sanciones contra los gobiernos y empresas de terceros países que no se muestran "comprometidos con la libertad y la democracia", en las palabras del presidente Bush. Lo más insólito en todo esto es que dicha ley, en diversas maneras, pretende extender a terceras naciones las restricciones que los EE.UU. habían aplicado antes dentro de su propio territorio.
La ley autoriza al Presidente, también, a permitir el envío de medicinas y alimentos "a un gobierno de transición" o a "aflojar" las restricciones si hay un "movimiento hacia la democracia" en Cuba. Al firmar esta ley, Bush deleitó a su audiencia hispana con unas declaraciones que revelaban la verdadera intención de la política de Washington. "Para que la libertad se levante en Cuba", exclamó, "Fidel Castro tiene que caer", y aseguró que él sería el primer Presidente estadounidense en visitar a una Cuba libre e independiente.[16] La ley, según aseveró Bush, permitiría a Washington vigilar la colaboración de "nuestras democracias hermanas" con el embargo.
Como era de esperarse, el rechazo internacional a la Ley Torricelli ha sido prácticamente unánime. Aun los aliados más cercanos a los EE.UU., como Canadá e Inglaterra, la han condenado.
En noviembre de 1994 las Naciones Unidas condenaron el embargo por tercer año consecutivo. La moción fue aprobada por 101 votos a favor, 2 en contra y 48 abstenciones. Cada año es mayor el número de países latinoamericanos que rechazan el embargo, y menos los que lo apoyan o se abstienen. Otros organismos internacionales, como la OEA, la Comunidad Europea, los no-alineados, y sucesivas cumbres de presidentes latinoamericanos, han condenado el bloqueo reiteradamente. Entre los países que denunciaron la ley Torricelli están México, Chile, Bolivia, Uruguay, Argentina, Colombia, Venezuela, Brasil, República Dominicana y Costa Rica. Igualmente han hecho distinguidos personajes latinoamericanos, como Michael Manley, Carlos Salinas de Gotari, Carlos Fuentes, Oscar Arias, y José Figueres Olsen.
Especialmente significativo ha sido la protesta cubana, tanto dentro de la isla como fuera. Durante el mismo mitín político en que George Bush firmó la ley, un grupo numeroso de cubanos protestaban fuera del lujoso hotel. "Esto es un crimen contra el pueblo de Cuba", expresó Luisa Montes de Oca de la Alianza de Trabajadores de la Comunidad; "Los van a matar de hambre y necesidad. Lo que éstos quieren es enriquecerse a costa de los cubanos" (Miami Herald, 24.10.92). Muy pronto la conferencia episcopal de Cuba también condenó la ley, arguyendo que sólo vendría a aumentar los sufrimientos del pueblo y las tensiones en la isla (Excélsior 24.10.92).[17]
Un campo pagado de numerosos grupos de la oposición moderada en Cuba, encabezado por la firma de Elizardo Sánchez Santa Cruz de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, rechazó la nueva ley en términos tajantes. Entre las expresiones claves de este "Mensaje al Congreso y al Gobierno de los EE.UU de América" son las siguientes:
Pensamos que la política de reforzamiento del embargo aleja la posibilidad de una solución pacífica...Es obvio que tal política es contraria al espíritu del Derecho Internacional y, al pretender involucrar a terceros países, no cuenta con el apoyo de la comunidad de naciones...Es difícil percibir que esa política de estrangulamiento económico esté inspirada, precisamente, en el deseo de mejorar la situación de los derechos humanos en Cuba...La sociedad cubana ha acumulado demasiados problemas y consideramos una irresponsabilidad política empujarla aún más hacia el hambre, la falta de libertad y la violencia (Miami Herald, 24.10.92).
Washington ha pretendido legitimar sus constantes represalias contra Cuba y Nicaragua con el piadoso lenguaje de libertad, democracia, y derechos humanos, pero la historia de sus acciones revela otra realidad. Contradictoriamente, mientras Reagan seguía estas políticas atroces en Centroamérica y el Caribe, a la vez se negaba a aplicar sanciones económicas contra África del Sur. Cuando los anti-racistas norteamericanos presionaban a Washington para que aplicara medidas económicas contra el gobierno y las empresas de aquel país, Reagan afirmaba que sólo los pobres sufrirían los efectos de un embargo -- aunque los mismos negros pobres y discriminados pedían tales medidas, no contra ellos mismos sino contra la poderosa economía de los blancos racistas de su país. Poco le importaba al gobierno de los EE.UU. que los pobres de Nicaragua y Cuba estuvieran sufriendo el flagelo de embargos contra ellos. Para África del Sur Reagan seguía defendiendo tácticas "constructivas" y "graduales" sin mínimas sanciones económicas que hubieran perjudicado a los ricos de la tierra del Apartheid.
Muchos analistas han señalado contradicciones similares en la política de Bill Clinton, quien repite las mismas racionalizaciones de sus antecesores. La revista Time, en un artículo principal del 29 de agosto de 1994, destaca la extrema severidad de las represalias contra Cuba y señala las incoherencias de tal política a cinco años del fin de la guerra fría:
Aun las sanciones de la ONU contra el Irak de Sadam Hussein le permitían comprar alimentos y medicina por razones humanitarias; para que alimentos y medicinas de los EE.UU. lleguen a Cuba, tienen que ser donados.
¿Tiene sentido esto a estas alturas?... Cuba ya no es ninguna amenaza a la seguridad nacional estadounidense... Los defensores del embargo esperan que haga caer a Castro... Pero esa lógica hace caso omiso de las lecciones que los EE.UU. han aprendido sobre cómo ayudar a países comunistas a avanzar hacia la libertad -- y también de su propio comercio voluminoso con otros regímenes marxistas. Washington se mueve hacia plenas relaciones comerciales y diplomáticas con Vietnam, cuyo récord de derechos humanos no supera en nada el récord de Cuba. Sostiene conversaciones extensas con Corea del Norte, el peor de todos los regímenes estalinistas. Y cuando Bill Clinton extendió el trato tarifario preferencial ("most favored nation") a Beijing, sostenía que "el mejor camino para adelantar la libertad en la China es que los EE.UU. intensifiquen y amplíen sus relaciones con esa nación"...
¿Entonces por qué no debe tratar a Cuba de la misma manera?... La diferencia principal es la fuerza del lobby de cubanos ricos y conservadores, a los que Clinton ha cortejado desde su campaña. Sus líderes obligaron a Clinton a socar fuertemente las sanciones como precio del apoyo de ellos para su nueva política sobre refugiados.
Todas estas contradicciones en la política norteamericana revelan el verdadero carácter de los embargos norteamericanos: son selectivos, ideológicamente diseñados para castigar a los que discrepan de la ideología oficial del imperio. En todos sus aspectos esenciales, es básicamente la misma lógica por la que el imperio romano perseguía al pueblo cristiano de su época y por la que, en la visión de Juan, la Bestia daría forma de embargo económico a su odio contra los disidentes.
Es realmente impresionante cómo Washington, al igual que la gran Bestia del Apocalipsis, impone sus embargos como una "marca para que nadie pueda comprar ni vender" excepto los que gozan del visto bueno del Imperio. Profesando su fe en los principios de la libertad, los derechos humanos, y el mercado libre (sin mencionar la fe cristiana y el evangelio), hace todo lo contrario. Irrespetando la vida de millones de víctimas, ha manipulado su hambre, su salud y su condición humana para indignos fines políticos. La conclusión es dolorosa pero lamentablemente irresistible.
Un embargo es necesariamente un mecanismo muy complejo y difícil de imponer; sólo puede ser eficaz en las manos de una superpotencia resuelta a someter a otro pueblo débil. A la vez tiene que castigar a otros, incluso a ciudadanos inocentes de su propio país. Y si el embargo sigue durante muchos años, tiene que ir ampliando constantemente el radio de su represión. La misma superpotencia se enreda cada vez más, como un monstruoso pulpo, en sus propias maniobras.
Visto en todas sus implicaciones y por toda la maraña de sus múltiples represalias (ver Apéndice), el embargo se parece en realidad a los tentáculos de un gran monstruo. Por su complejidad y fanatismo, sería justo compararlo con la Bestia que nos describe Juan de Patmos.
En el fondo, los EE.UU. han bloqueado a Cuba y Nicaragua por las mismas razones básicas y con las mismas herramientas con los que Roma perseguía a los cristianos, y que la gran Bestia apocalíptica pretende aislar económicamente a los excluidos: por el pecado imperdonable de discrepar de la ideología oficial del Imperio.[18] Y han utilizado los mismos métodos de la Bestia: la propaganda, la mentira (incluyendo la mentira de que el embargo no es una causa principal de la miseria de los cubanos), la mala fe, la hipocresía, el bloqueo, el hambre, y la muerte.
Mis estudiantes evangélicos en Matanzas, aunque fueron muy críticos de su gobierno en algunos puntos, estaban de acuerdo con la mayoría de sus paisanos en reconocer en el bloqueo norteamericano un decreto de hambre y muerte contra ellos. Encontraron en muchos pasajes del Apocalipsis paralelos a su propia situación existencial. Una alumna lo expresó así en su cometario sobre Apoc 13:
El monstruo es comparado con el poder que trata de destruir a los débiles o a los que no piensan de la misma manera que ellos. Hoy nuestro país está acechado en todo momento por un monstruo que no se resigna con no poder poseernos. Los EE.UU. es para nosotros ese dragón que vomita ríos a través del bloqueo para tratar de ahogarnos y asfixiarnos, y trata con todas sus fuerzas de prohibir nuestra supervivencia. Nuestro pueblo somos los débiles, no de fuerza moral pero sí de recursos, pero al igual que los primeros cristianos que estuvieron dispuestos a afrontar todos los sufrimientos y persecuciones, nuestro pueblo sigue adelante buscando alternativas, sin estar dispuestos a cumplir el mandato de la superpotencia.[19]
Los cristianos, tanto de Latinoamérica como de Norteamérica, no podemos dar oídos sordos al clamor del pueblo cubano. Es imposible obedecer a Dios y al Mamón del capitalismo salvaje, imposible seguir al Cordero y a la Bestia. Estamos convencidos de que seguir al Cordero hoy significa, entre muchas otras cosas, oponernos decididamente al embargo contra Cuba y estar a favor no sólo de su derecho de autodeterminación sino a su mismo derecho de vivir.
Apéndice
Un listado parcial de los perjudicados por el embargo estadounidense contra Cuba durante su larga historia revela hasta dónde han llegado para "no permitir comprar ni vender":
-desde su inicio el bloqueo no ha permitido a Cuba vender a su mercado histórica y geográficamente natural (p.ej. para vender su azúcar);
-tampoco le ha permitido a Cuba comprar del inmenso emporio de su vecino más cercano (p.ej. repuestos de vehículos y maquinarias);
-en el mismo acto ha privado al comercio estadounidense, y al público, todo acceso a los productos cubanos (p.ej. azúcar);
-igualmente, le ha negado a la industria estadounidense su acceso a un mercado importante a pocos kilómetros de sus fronteras;
-priva tanto a cubanos como a estadounidenses de su derecho de visitar a uno de sus vecinos más cercanos;
-priva a los ciudadanos estadounidenses de gozar de los aportes de la cultura cubana (p.ej. el ballet de Alicia Alonzo) y en general de conocer a sus propios vecinos;
-priva a agencias de viajes en los EE.UU. vender boletos a Cuba; priva al turista estadounidense la oportunidad de visitar la isla más bella de América; y priva a Cuba de los dólares que gastarían los turistas en la isla;
-durante décadas Washington ha presionado a los organismos financieros internacionales a no conceder préstamos a Cuba, Nicaragua y otros enemigos del Imperio, infringiendo el derecho de esos organismos a decidir independientemente a quién quieren prestar, y de los países afectados de recibir ayuda en términos de igualdad con otras naciones;
-durante décadas Washington ha presionado a otros países a no comerciar con Cuba, a no votar en contra del embargo, a apoyar condenas por derechos humanos (pero no condenar a "amigos" que han cometido violaciones mucho más graves);
-la Ley Torricello priva a las subsidiarias estadounidenses de su derecho de comerciar libremente;
-igualmente atenta contra la soberanía de terceros países y su derecho de hacer sus propias decisiones y comerciar libremente;
-también infringe el derecho de los mercantes marinos internacionales de navegar libremente y transportar mercancía dónde más les convenga;
-con las nuevas medidas de Clinton, restringe severamente el derecho de cubano-americanos a ayudar a sus familiares en la isla por medio de remesas periódicas de dólares.
BIBLIOGRAFIA
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Escrito por Juan Stam (1995)
Editado por Rebeca Stam (2015)
[1] ) Este artículo se dedicó al colega Ricardo Foulkes en su jubilación. Se publicó en Vida y pensamiento XV:1 (1995), pp. 132-144 y en Caminos (La Habana) #4, 1996, pp.51-59.
[2]) Farrer (p157) señala la restricción del derecho de ius commercii a los ciudadanos romanos y a ciertas clases privilegiadas como un posible trasfondo del boicot que describe Juan. Swete (p174) y otros señalan otra analogía en 1 Macc 13.49; Bartina (p742), Rist (p465s) y otros hacen correlación también con el ostracismo y la discriminación económica relatados en Eusebio, HE 5.18 y otras fuentes patrísticas.
[3]) Deismann LAE p345 y Bible Studies pp240ss: Caird 173; Wilckens 1974:416.
[4]) Posiblemente Juan podría estar pensando también en Ezq. 9.3-6, donde el "varón vestido de lino", con su tintero de escribano, tenía que marcar a los fieles que no habrían de ser matados en el juicio que pronto vendría. Sin embargo, el esquema económico de Apoc 13.17 es completamente original con Juan de Patmos.
[5]) Ver "el Apocalipsis y la estructura ideológica del Imperio Romano", en Stam, op cit.
[6]) En el original inglés la última frase reza "economic entanglement". Cf. Ewing p31: "Es claro que un aspecto de la dominación de la Bestia consiste en su control de la esfera económica. Desde la primera imagen del mal, la visión de los cuatro jinetes, hasta la destrucción de Babilonia, encontramos a lo económico concebido como arma usada por los enemigos de Dios. El tercer jinete, sobre su caballo negro, llevaba las balanzas de un sistema económico fuera de control que traía hambre y esclavitud...Las estructuras políticas injustas no son la única expresión de la realidad espiritual de la opresión; la injusticia económica figura prominentemente entre los abusos experimentados por las víctimas de la bestia."
[7]) Ver el análisis de la fetichización que hace Franz Hinkelammer en Las armas ideológicas de la muerte.
[8]) Escribo este artículo en tiempos de Navidad en Costa Rica. Escucho constantemente la propaganda de un centro comercial que anuncia, con sonoridad hímnica: "Navidad llegó, /Se une la familia en Plaza del Sol, /Momentos sublimes, todo es amor, /Navidad es tuya en Plaza del Sol". Hace unos años una de las librerías más grandes de San José comenzó en agosto una campaña de promoción navideña: "Asegúrese la felicidad navideña, en el departamento de juguetes, segundo piso de la Librería Lehmann. Vendemos a plazos". Otra propaganda, en inglés y con la música del conocido espiritual negro "He's got the whole world in his hands", reitera con blasfemia descarada: "You've got the whole world in your hands, with a MasterCard in your hands".
[9]) Mounce (1977:263) describe la acción de Apoc 13.17 como "un boicot económico contra todos los que no están dispuestos a conformarse". Un ejemplo de un ostracismo parecido ocurrió después con los mártires de Lyon: "no sólo nos excluyeron de las casas y baños y mercados, sino nos prohibieron aparecer en cualquier lugar que fuera" (Eusebio HE 5.1.5).
[10]) Metzger (1971:751) indica que Aleph* C y 25 minúsculos omitieron kaí porque malentendían la relación entre 16 y 17, tomando la cláusula de hína mé como dependiente de dôsin, pero debe tomarse como dependiente de poieî y coordinada con la cláusula hína dôsin.
[11]) Ver p.ej. el contundente argumento de Raymond Bonner, Weakness and Deceit (Times Books: 1984), que documenta amplísimamente el total irrespeto a la verdad de parte de Washington (Casa Blanca, Departamento de Estado) y la Embajada en San Salvador. El resultado fue triple: a) el fortalecimiento gigantesco de los militares salvadoreños, a base de la falsedad; b) la muerte de muchos miles de salvadoreños, la tortura de muchos otros, y el mantenimiento de un sistema represivo a base de la mentira y la masacre; c) el descrédito del gobierno de los EE.UU., llegando al ridículo, y al fin una vergonzosa debilidad de Washington frente a los militares salvadoreños, como demuestra Bonner.
[12]) Cf Bonner, ibid; Roy Gutman, "America's Diplomatic Charade", Foreign Policy #56 (Fall 1984), pp.3-23; Wayne S. Smith, "Lies about Nicaragua", Foreign Policy #67 (verano, 1987), pp.87-103. El sistemático descuido de la exactitud de hechos e interpretaciones en la administración Reagan fue notorio, especialmente de parte de Elliott Abrams, Jean Kirkpatrick y el mismo presidente Reagan.
[13]) En Nuevo Comentario Bíblico (1977), p.962.
[14]) Estos salmos colocan la alimentación humana y animal dentro de la misma historia de la salvación, a partir de la creación. Sal. 136, p.ej., comienza con la creación (136.4-9), sigue con el éxodo (10-23), y termina con "el pan nuestro de cada día" (136.25). Quienes quitan el alimento a los pueblos, se ponen en pugna con el Dios de la vida y se levantan contra todo el proyecto histórico-salvífico de Yahvé.
[15]) Puede notarse aquí que en la antigüedad las atribuciones divinas de los gobernantes solían fundamentarse precisamente en su función de sostener la vida de su pueblo, vista como una virtud cuasi-divina. Los faraones, p.ej., relacionaban su propia dignidad "divina" con su cualidad de defensores de la vida de su pueblo (Wilckens:416).
[16]) En agosto de 1994 William Clinton tomó nuevas medidas para intensificar aún más el embargo: prohibió a los cubanos residentes en los EE.UU. seguir enviando dinero a sus familiares en Cuba y restringió muy severamente los viajes a la isla. Y parece que los anti-castristas ni con eso están satisfechos. A principios de 1995 Lincoln Díaz-Balart y otros líderes republicanos comenzaron a proponer nuevas represalias: a) impedir el acceso de Cuba a instituciones financieras internacionales, b) prescribir la compra de azúcar de países que han adquirido azúcar cubano; c) prohibir la entrada a EE.UU. de ejecutivos de cualquier compañía que haya invertido en Cuba o que haya comprado en Cuba propiedades confiscadas de norteamericanos; y d) confiscar bienes en EE.UU. de compañías que adquieren tales propiedades en Cuba (La Nación 18.1.95 p22).
[17]) Según una transmisión de Radio Martí (8.12.93), el Comité por la Democracia en Cuba insistió en que ningún otro país debía sentirse llamado a resolver los problemas de Cuba; el embargo fue introducido como preludio de invasión, dijeron, pero ha fracasado durante más de treinta años y debe ser abolido.
[18]) Además de un estorbo ideológico para Roma (ver arriba), los cristianos solían ser también un problema económico. El relato del alboroto en Éfeso -- precisamente el centro del ministerio de Juan después -- revela las negativas consecuencias económicas con que el cristianismo amenazaba los intereses de los poderosos (Hch 19.24-27). Las conversiones al evangelio quitaban gente a las fiestas paganas, menos gente hacía ofrenda, y no se vendían imágenes ni carne sacrificada como antes. Cf Salguero, p450.
[19]) Espero publicar pronto unas reflexiones sobre nuestro estudio del Apocalipsis en Matanzas bajo el título, "Relecturas cubanas del Apocalipsis".
/Plinio a Trajano: por culpa de Xnos, templos cerrados y no venden sacrificios, Bonsirven 52b