La nueva Jerusalén será una ciudad de prosperidad y puertas abiertas
Meditación que concluye la exposición de Apoc 21:22-24
La nueva Jerusalén será una ciudad de prosperidad y puertas abiertas**.[1]**
(Apoc 21:22-24)
El tercer aspecto de esta descripción socio-teológica tiene que ver con el comercio y el movimiento de los pobladores: Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. Sus puertas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella las riquezas y el honor de las naciones (21:22-24).[2] La referencia a la luz al inicio de este bloque textual lo vincula con el versículo anterior (21:23).[3] En esta visión de la vida en la nueva Jerusalén, podríamos decir que estos tres versículos destacan "las relaciones internacionales" dentro del reino de Dios.
En este pasaje Juan sigue muy de cerca la misma fuente básica de los textos anteriores, la visión de la gloria de Sión en Isaías 60, citada y analizada extensamente en nuestra exposición de 21:23. Además de su tema central de la luz (60:1-3, 19-20; Ap 21:23), este texto profético dice que las naciones serán guiadas por la luz de Sión (60:3; Ap 21:24), que naciones y reyes vendrán para admirar a Sión y adorar a Dios (60:4-6,9-10,14), que las puertas nunca se cerrarán (60:11; Ap 21:25) y que habrá paz y justicia en todo el pueblo (60:17-18,21). Pero el mayor énfasis de Isaías 60 cae en el comercio delas más variadas riquezas, con un énfasis impresionantemente económico (60:5-17):[4]
Te traerán los tesoros del mar,
y te llegarán las riquezas de las naciones.
Te llenarás con caravanas de camellos,
con dromedarios de Madián y de Efa.
Vendrán todos los de Sabá,
cargando oro e incienso
y proclamando las alabanzas del Señor.
En tí se reunirán todos los rebaños de Cedar,
te servirán los carneros de Nebayot ...
a la cabeza vendrán los barcos de Tarsis
trayendo de lejos a tus hijos,
y con ellos su oro y su plata...
Tus puertas estarán siempre abiertas...
a tí serán traídas las riquezas de las naciones...
Te llegará la gloria del Líbano,
con el ciprés, el olmo y el abeto...
Te alimentarás con la leche de las naciones,
con la riqueza de los reyes serás amamentada. ...
En vez de bronce te traeré oro;
en lugar de hierro, plata (60:5-7, 9-11, 16-17).
Son muy numerosos los pasajes antiguotestamentarios que describen estos peregrinajes a Jerusalén. A veces los reyes y las naciones vienen a adorar a Yahvéh y ser instruidos por su ley,[5] pero muchos textos tienen un énfasis económico. [6] Según Isaías 19, "habrá en Egipto cinco ciudades que hablan el idioma de Canaán y que jurarán lealtad a Yahvéh Todopoderoso" (19:18). "En aquel día ellos reconocerán a Yahvéh; lo servirán con sacrificios de grano" (19:21). Los pueblos del mundo conocido, desde Egipto hasta Asiria, serán unidos por una gran autopista internacional (19:23; cf. 35:8) y ellos, junto con Israel, serán el pueblo de Dios (19:25). De todas las naciones, vendrán "en caballos, en carros de combate y en literas, y en mulas y camellos" (Is 66:20) y Jerusalén se llenará de caravanas (60:6). Muchos pasajes, como Isaías 60, describen con lujo de detalles las riquezas que las naciones llevarán a la futura Jerusalén y las diferentes naciones de donde ellas procederán.[7]
A primera vista podría parecer que en Ap 21:24-26 Juan menciona sólo el aspecto espiritual de esta tradición profética y no el aspecto económico: las naciones andarán a la luz de la nueva Jerusalén[8] y los reyes traerán a ella su gloria (doxa) y su honra (timê). Sin duda, esa dimensión está presente en el texto y es muy significativa. Nos promete que un día las naciones adorarán y servirán al Señor. ¡Cuán diferente sería nuestro mundo si las naciones anduvieran a la luz de Dios! ¡Qué diferente si en vez de buscar su propia gloria y poderío, las naciones buscaran la gloria de Dios y el bien de los demás, la gloria de Dios en el bien de todos.[9] Este nuevo orden de cosas comienza de rodillas, en adoración a Dios y compromiso con su reino.
Pero el aspecto económico está también muy presente, y la NVI tiene razón en traducir doxa y timê por "espléndidas riquezas". Un aspecto del significado de la palabra hebrea KaBoD (gloria, peso) era precisamente "riqueza": Prv 3:9; 8:18; Nm 24:11 (recompensa de Balaam), Is 10:3; 17:4; Nah 2:9; cf. Gn 13:3; 31:1 (ver Alonso Schökel 1999:347-49; vRad I:304; Keener 2000:498). Tiene especial importancia que KâBôD se emplea con el sentido de "riqueza" precisamente en las profecías en que se basa Ap 21:24-26 (Isa 60:13; 61:6; 66:11; cf. Ez 27:25; 1QM 19:3-5; 1QM 12:12-15; Gr doxa en Is 60:13; 66:11-12,19). Además, el vocablo griego timê (honra), que aparece en 21:26, tenía muchas veces un sentido material o comercial (1Co 1:26; Spicq I:26). Este trasfondo de las fuentes en el A.T., con su marcado énfasis económico, y el paralelo contrastante con la riqueza y el comercio de Babilonia en Ap 18, muestran muy convincentemente que ese sentido está muy presente en Ap 21:24-26.[10]
Aunque esta amplísima tradición profética inspira este texto del Apocalipsis, aquí también, como de costumbre, Juan cambia el énfasis y hasta el lenguaje de sus fuentes. Los reyes, que en la antigüedad entraban como presos y esclavos en la marcha triunfal de su enemigo, aquí entran por su libre voluntad para adorar a Dios y compartir sus riquezas con el pueblo (Ap 15:4; Osborne 2002:762-63). Eso tiene un significado especial en Apocalipsis, porque antes los reyes de la tierra habían adorado y servido al dragón, las bestias y la ramera y encabezaban las tropas enemigas en el Armagedón (19:19).Antes las naciones llevaban sus riquezas a Babilonia, para lucrar juntas con ella; ahora, según la visión de Juan, las lleva a los pies de Dios y del Cordero, de cuyo trono fluye la vida para todos y todas (22:1). Como observa Keener (2000:407), aquí "la verdadera y definitiva riqueza no viene de vender y comprar en comercio con la bestia". Ahora la riqueza no viene de hacer negocios en el mercado del imperio sino de compartir entre todos dentro del reino de Dios y su justicia.[11]
Con todo ese trasfondo, podemos encontrar en estos versículos una interesante teología de la nacionalidad y de las relaciones internacionales.[12] La mención de "naciones" con sus "reyes" sugiere que en esta visión de la nueva creación cada persona conservará su identidad nacional, que es tan medular a nuestro ser.[13] Ser persona humana siempre significa pertenecer a alguna comunidad social, con su historia, sus tradiciones y su identidad. Esa esencial nacionalidad de cada individuo y cada grupo no se suprimirá con la resurrección de los fieles y la vida eterna en la nueva tierra. ¡Argentinos y mexicanos, guatemaltecos y uruguayos, alemanes, franceses y españoles... para siempre, por los siglos de los siglos! Pero esa sana nacionalidad, que corresponde a nuestra creación como "ser-para-los-demás" (Gn 2:18; Sartre), ya no se va a desfigurar en pervertidos "nacionalismos". Ahora, en vez de seguir el mal ejemplo de Babel, la superpotencia expansionista (Gn 11:4, "nos haremos famosos", "hagámonos un nombre"), o de la "Babilonia" de la época de Juan (Ap 13:4), las naciones entregarán su gloria a Dios para compartirla con todos (Osborne 2002:763). Todas las naciones, unidas en un gran internacionalismo fraterno, serán pueblos de Dios (21:3 griego). La solidaridad será la ley de la vida.
Este gran mensaje de esperanza tiene también otra dimensión, para una teología de la cultura. Juan reconoce que cada nación tiene su peculiar "gloria", y sin duda esa "gloria" y esas "riquezas" de las naciones incluyan sus valores culturales y los aportes de cada pueblo al sentido de la vida humana en comunidad. Las riquezas culturales de cada nación no se perderán sino que, al contrario, se perfeccionarán y se pondrán al servicio de toda la humanidad, para la gloria de Dios. En palabras de Pablo Richard (1994:200), "Todas las culturas de todos los tiempos, que no fueron idolátricas, vendrán a enriquecer la nueva Jerusalén". G. B. Caird, en su comentario de 20:11 (1966:259), afirma que "el viejo orden tiene que ceder su lugar a la nueva creación (21:1-5), pero en ella pueden entrar los pueblos del viejo orden y traer consigo los tesoros que tengan y que sean dignos de sobrevivir (21:24-26)". En palabras que han sido citadas por muchos comentaristas, Caird escribe: "A nada del viejo orden que tenga valor ante los ojos de Dios se le prohíbe la entrada en la nueva creación... Los tesoros que los seres humanos encuentran guardados en el cielo resultan ser los tesoros y las riquezas de las naciones, lo mejor que habían conocido y amado en la tierra, redimidos ahora de toda imperfección y transfiguradas por el esplendor de Dios... En ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos una afirmación más elocuente de la amplia envergadura de la obra redentora de Cristo". Sólo queda excluido lo obsceno y falso, comenta Caird (1966:279-80; cf. Col 1:20).
Mesters y Orofino (2003:317) relacionan este tema con el lino fino del vestido de la novia, que representa las acciones justas de los fieles (19:8): "La lucha por la justicia, realizada por las comunidades a lo largo de los años, de los siglos, ve tejiendo el vestido que reviste y engalana al pueblo de Dios para el mundo nuevo de justicia y de fraternidad". Por eso la segunda bienaventuranza del libro anuncia, "Dichosos los que de ahora en adelante mueren en el Señor... pues sus obras los acompañarán" (Ap 14:13). "Nada se pierde", afirman Mesters y Orofino, "todo se transforma y contribuye para la construcción del futuro". ¡Bienvenidos todos a la nueva Jerusalén, capital del reino de la libertad (Ro 8:21) y de la justicia (2P 3:13)! ¡Una ciudad de puertas abiertas, llena de la presencia y la gloria de Dios, de adoración y amor, de abundancia e igualdad para todos y todas! Una ciudad que no tiene policías, mucho menos militares, ni mendigos ni ladrones, ni ricos ni pobres, donde todos son reyes y sacerdotes, redimidos por el Cordero.
Conclusión**:** Es siempre importante recordar que las enseñanzas proféticas nunca son una finalidad en sí, sólo para instruirnos sobre el futuro. Están escritas para inspirar esperanza ahora y obediencia a la voluntad de Dios y fidelidad a su reino.[14] Por eso, las grandes esperanzas futuras de la fe (venida de Cristo, resurrección del cuerpo, juicio final y nueva creación) deben configurar y moldear las formas de nuestra misión hoy en nuestro mundo.[15] Por lo mismo, la nueva Jerusalén puede, y debe, verse como modelo, en todo lo posible, para la iglesia de ahora. Hoy también estamos llamados a ser "una ciudad de puertas abiertas", donde reinan la justicia, la libertad y la igualdad.
[1] Odas de Salomón 11:23 capta bien esta combinación de amplísima apertura y abundante prosperidad: "Mucho lugar hay en tu paraíso, y no hay en él nada vano, sino que todo está lleno de frutos".
[2] La NVI agrega la palabra "todas" antes de "las riquezas". En estos tres versículos los verbos están en futuro, a diferencia del aoristo y presente de 21:22-23.
[3] Según Is 60:7,13 Dios mismo embellecerá su templo con las riquezas de las naciones. Ya que según Ap 21:22 toda la ciudad es templo, podemos ver una relación también de 21:24-26 con 21:22, como las bellezas que adornan la ciudad/templo.
[4] Como tal, este pasaje es la contraparte del pasaje contra el comercio de lujos de Babilonia en cap. 18.
[5] Is 2:1-5;42:6-8; 49:6-8; Jer 3:17; 33:9; Sof 3:9-10; Miq 4.1-5; Zac 8.20-23; 14.16-21.
[6] Esta visión de futuras riquezas de Sión aparece en muchos pasajes del AT y otra literatura antigua: Is 2:2-3,5; 18:7; 23:18; 45:14; 61:5-7; 66:11-12,20; Miq 4:13; Sof 3:9-10; Hag 2:7-8; Zac 14:14-16; Sal 68:29; 72:9-11,15; Tob 13:11; 1En 53:1; OrSib 3:716.769,783; PssSal 17:29-30; 1QM 12:12-15; 19.3-5. Es especialmente típico de todo el libro de Isaías.
[7] Formalmente, algunos de estas descripciones de comercio internacional tienen paralelos con las denuncias del comercio corrupto y explotador de las naciones paganas, especialmente de Tiro en Ezq 26:1-28:19 (cf. Jer 50-51). Ver nuestra exposición de Ap 18:11-17.
[8] Esta frase es una cita de Is 60:3 (cf. 42:6; 49). Ahora al fin el pueblo de Dios realiza su misión de ser luz de los pueblos (Mesters y Orofino 2003:350). La nueva Jerusalén es una ciudad con misión en medio del mundo (Arens y Mateos 2000:376).
[9] La gloria de Dios, y nuestra adoración a Dios, no pueden separarse del bien de los demás. Aquí cabe la frase de San Ireneo, gloria dei, vita hominis (gloria de Dios, vida de los humanos).
[10] De hecho, es casi imposible que Juan, de origen judío, cayera en una dicotomía de espiritual vs. material.
[11] Muchos textos proféticos y apocalípticos, como ya hemos visto varias veces, destacan la abundancia del reino de Dios y la justa distribución de la riqueza entre todos (cf. 2Bar 29:4; OrSib 8:208-215; Stam 1998A:86-87 (2004:110-111). Según OrSib 3:783, "Habrá también justa riqueza entre los hombres".
[12] Interpretado literalmente, este pasaje plantea algunos problemas y aparentes contradicciones. Si estas naciones viven fuera de la nueva Jerusalén, ¿son salvas o perdidas? Si son salvas, ¿por qué no viven dentro de la ciudad?, y si no son salvas, ¿cómo pueden entrar en la nueva Jerusalén? Además, ¿quiénes son estos reyes, si Dios ya destruyó a los reyes de la tierra, y por otra parte, según el mismo Apocalipsis todos los fieles somos reyes (1:6; 5:10: 22:5; 1P 2:9)? ¿Por que puertas, o el muro mismo (¡de 75 metros de alto!), si las puertas nunca se cierran? Básicamente, Juan parece describir la correlación complementaria de la ciudad misma y el campo que la rodea, que juntos constituyen la nueva tierra para la vida eterna. Es evidente que Juan no siempre intentó armonizar las fuentes que citaba, ni armonizaba los detalles de sus propias visiones, sino buscaba comunicar las verdades de su visión global.
[13] Obviamente, la noción de "nación" en esa época era muy distinta a la de hoy.
[14] "Juan de Patmos habla del futuro, pero desde su presente y para su presente", Stam Tomo I 1999A:17-19 (2006:21-23).
[15] Ver Profecía bíblica y misión de la iglesia, Stam 2001 (1999; 2005), passim.