Cuidado! El diablo puede estar presente donde menos lo pensamos (Apoc 13)
Pablo veía la presencia satánica en principados y potestados. Para el Apocalipsis, el dragón (Satanás) establecio el imperio de la gran bestia.
Cuidado! El diablo puede estar presentedonde menos lo pensamos(Lectura contextualizada de Apocalipsis 13:2-4) En el Apocalipsis, igual que en los antiguos profetas, el mal tiene nombre y apellido. Para Juan, en el contexto pastoral de su libro, lo satánico se manifiesta concretamente en el imperio romano, el culto al emperador, y la persecución de los cristianos. De ninguna manera menosprecia Juan esa ominosa fuerza satánica, cuya saña contra el Cordero apenas comenzaba a manifestarse. Los evangelios citan casos de posesión demoníaca de seres humanos y de exorcismos realizados por Jesús. En contraste, Pablo concentra la presencia satánica en poderes y potestades, tronos y coronas, con claros sobretonos políticos. En el Apocalipsis, Juan ve una evident identificación del poder del imperio y de los emperadores con el dragón que está detrás de ellos. Juan expone dramáticamente el caracter satánico del imperialismo, sin afirmar que ese proyecto diabólico termine o se agote con el imperio romano. Mucho más importante que la pregunta, "¿quién es la bestia?", es la pregunta, "¿Cuáles sistemas, ayer y hoy, reproducen las estructuras básicas del sistema imperialista que Juan denunciaba a fines del primer siglo?" Aunque cada encarnación de la bestia tendrá sus propias características (no todas estarán sentadas sobre siete montes, como estaba Roma), cada sistema demoníacamente bestial tendrá las mismas tres características definitivas: (1) poder totalitario mundial centralizado, (2) deificación idolátrica del sistema y (3) persecución de disidentes que rechazan esa idolatria imperialista. Siempre que aparezca un sistema con esas características, huele a bestia y detrás está del dragón. Precisamente ahí es donde más debemos encontrar la presencia del diablo. El libro del Apocalipsis elabora lo que podemos llamar una "demonología del imperialismo". Detrás de todas las estructuras políticas, económicas y sociales del imperio romano, Juan percibe fuerzas espirituales en combate mortal contra el reino de Dios. Frente al trono de Dios y del Cordero, se levanta el "trono de Satanás" (2:13) y de su bestia feroz (13:2; 16:10,17). La lucha entre el imperio y la iglesia, entre el emperador y los cristianos, es en primer plano el "proscenio" de otro drama todavía más vasto y decisivo. Juan nos llama a una "guerra espiritual", pero contra poderes y principados en la historia. Para Juan, en ese conflicto nadie puede quedar neutral. Tanto peligro hay de demonizar al sistema cuando no lo es, como de no desenmascar lo diabólico cuando sí se manifiesta en lugares altos. Si es un error demonizar a lo que no es demoníaco, peor error es no reconocer e identificar lo satánico cuando se hace presente, aunque hacerlo no sea bien visto ("políticamente correcto"). La historia será siempre una lucha entre el bien y el mal, pero no de unos buenos contra otros malos, mucho menos entre "buenos cristianos" y "malos no-cristianos". La contundente crítica que hace Juan de los nicolaitas demuestra que no está pensando en esos términos maniqueos. Sin embargo, ese riesgo de maniqueismo no le impide a Juan identificar al imperio romano, con toda claridad, como satánico. El mal está en todos nosotros, pero también en sistemas y estructuras que tienen que ser denunciados en el nombre del Señor.