Consejos Pastorales desde Filadelfia (Apoc 3:7-13)

La congregación de Filadelfia no tenía poder, excepto el poder de Dios.

Juan Stam
Juan Stam

Consejos Pastorales desde Filadelfia (Apoc 3:7-13)

"Lo implacable que debe ser la verdad"

"El Verdadero" -- ¡qué título más desafiante y qué ejemplo para nosotros!  Cristo se llama "Fiel y Verdadero" (19.11); él pudo decir con toda propiedad, "Yo soy la verdad" (Jn 14.6).  Según Apocalipsis 3.14 su testimonio es fiel y verdadero (cf Jn 8.14); sus palabras son fieles y verdaderas (19.9; 21.5; 22.6); sus juicios y sus caminos son justos y verdaderos (16.7; 19.2; cf 15.3; Jn 8.16).[1]  Ni en su persona, ni en sus palabras, ni en su acción -- en todo lo que era él -- no había absolutamente nada falso (1P 2.22).  Por eso, tampoco debe haber engaño ni falsedad en nosotros (1P 2.1; 3.10).

Dios "ama la verdad en lo íntimo" (Sal 51.6; cf 26.2); el Señor busca y exige integridad de corazón.  Josué, en su discurso de despedida, exhortó al pueblo a "temer a Yahvé y servirle con integridad y en verdad" (Jos 24.14: BeTaMîT WeBeAMeT).  A diferentes personajes del AT se les reconoce su integridad (Gn 20.6; Jue 9.16,19; 1R 9.4; Job 2.3,9; 27.5; 31.6).  Un requisito para ver a Dios es "andar en integridad, hacer justicia, y hablar verdad en su corazón" (Sal 15.2).

Uno de los escritos más espiritualmente penetrantes de Sören Kierkegaard se llama Pureza de Corazón, escrito en 1846.[2]  En todo este libro, el profético danés nos expone y nos impone las exigencias radicales del evangelio.  Señala que lo contrario del "corazón puro" no es tanto un "corazón impuro" sino "el corazón dividido", el dípsujos de Santiago 1.8 y 4.8.[3]  La integridad, nos dice Kierkegaard, es pureza de corazón, y pureza de corazón es "desear una sola cosa" con todo nuestro ser.

Kierkegaard analiza una serie de obstáculos a la pureza de corazón.  Impiden la integridad "la enfermedad ‘recompensa’" (cap 4) y "el desear el bien por miedo del castigo" (cap 5).[4]  Otro obstáculo es "el servicio egocéntrico del Bien" (cap 6: "desear que triunfe el Bien, pero que sea por mí, que sea yo el instrumento" p.100).  Finalmente está "el compromiso hasta cierto punto" (cap 7).  Pero, nos recuerda Kierkegaard, "la eternidad no está en venta" (p.126).  El precio de la veracidad pura es el compromiso total e íntegro (cap 8).

No cabe duda de que en nuestra época, a inicios del siglo XXI, hay una crisis de veracidad.  A nivel político, ya los ciudadanos en general ni siquiera esperan que sus líderes nacionales digan la verdad.  ¿Y qué de los medios de comunicación?  A algún individuo excéntrico que creyera todo lo que le dicen los comerciales de TV, habría que mandarle a examinar su condición mental.  Todos damos por sentado que los comerciales mienten, que tal campeón deportivo ni usa la pasta dental que promociona, que el super-estrella de música popular no fuma el cigarrillo, ni toma la cerveza, que le pagan fortunas por vender en la pantalla de las mentiras.

¿Y qué decir de las iglesias?  A finales de los años 60, Hans Küng publicó Sinceridad y Veracidad: en torno al futuro de la iglesia (Barcelona: Herder 1959).  El libro, sobre la honestidad en la iglesia, fue él mismo muy honesto.  Comenzó preguntando hasta qué punto la iglesia era "una zona de verdad".  Afirma que sólo si la iglesia del futuro resuelve ser fiel al evangelio, podrá ser a la vez "una zona de verdad" y "una zona de libertad".[5]

¿Y qué diríamos de las iglesias evangélicas de América del Norte, Centro y Sur?  ¿Podemos decir que son zona de verdad y libertad?  Esa pregunta nos llama a un examen de conciencia.  Va más allá de los escandalosos casos de televangelistas fraudulentos; en cierta medida, ellos son síntoma de un problema más profundo y generalizado.  Se ve, por ejemplo, en el poco cuidado de muchos evangélicos en representar honestamente el pensamiento de aquellos con quienes están en desacuerdo.  Paradójicamente, los mismos que afirman creer que la verdad es absoluta, no la respetan suficientemente como para no distorsionar, tergiversar y caricaturizar el pensamiento ajeno.  Debemos tomar más en serio el mandamiento bíblico de no llevar falso testimonio.

El gran cantoautor cubano, Silvio Rodríguez, en su canción "Playa Jirón", nos llama a los cristianos a tomar más en serio lo que significa seguir al "Verdadero":

Compañeros de historia,

tomando en cuenta lo implacable que debe ser la verdad,

Quisiera preguntar, me urge tanto,

¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?

¡Hasta dónde las sabemos!

¡Que escriban pues su historia...![6]

La Iglesia: una comunidad alrededor de la Palabra

Llama la atención que sólo el mensaje a la iglesia de Filadelfia hace mención de su relación con la Palabra.  De otras congregaciones el Señor menciona su ardua labor, su servicio, su recta doctrina, su paciencia.  De Filadelfia menciona su fidelidad a la Palabra, y nada más: "has obedecido mi palabra y no has renegado de mi nombre" (3.8,10).[7]

José María González Ruiz describe la fidelidad bíblica de Filadelfia en términos que nos hacen pensar: 

La comunidad de Filadelfia es precisamente la que no merece reproches del profeta, porque no ha cambiado la palabra de Dios en nombre de Cristo por los "alimentos terrestres", que de todas partes le ofrecían.  No ha pretendido mixtificar la fe cristiana, mezclándola con otras doctrinas y prácticas incompatibles con ella...

Una comunidad cristiana debe estar totalmente relajada para recibir la palabra de Dios, sin prejuzgarla con ninguna clase de presupuestos racionales o científicos.  Un creyente le firma un cheque en blanco y...no le pone a Dios la condición de que la fe sea "reaccionaria" o "revolucionaria".  Después, cuando la Palabra ha tomado posesión de los creyentes, se ve claramente que impulsa a una lucha liberadora: a la búsqueda de una "ciudad nueva" y de un "nombre nuevo".[8]

Tanto el prólogo del Apocalipsis (1.3) como el epílogo (22.2,18s) hablan de la autoridad central de la Palabra (en este caso el mismo libro del Apoc) y la bendición de su lectura.  Pero no basta sólo leerla, aprenderla de memoria, interpretar sus predicciones, ni organizarla en una teología sistemática.  La bendición es mucho más que la emoción superficial de leer un libro interesante o escuchar sermones agradables.  Es más bien una vida entera juzgada y fortalecida por la Palabra (Heb 4.12s), que la obedece hasta las últimas consecuencias, incluso la muerte.  La congregación de Filadelfia es un ejemplo específico de la bendición prometida a los que guardan (têrew 1.3; 3.8.10) la Palabra.

La carta menciona una doble fidelidad de los filadelfianos: a la Palabra y al Nombre (3.8).  Es posible que "Palabra" aquí se refiere específicamente al evangelio, y también que debe ser entendida como sinónimo del otro término, "mi Nombre".  Hemos de leer la Palabra evangélica y cristocéntricamente.  La Palabra nos lleva a Cristo, y Cristo nos envía al mundo en servicio de su reino.  Ahí es donde tenemos que demostrar nuestra fidelidad a la Palabra y al Nombre que es sobre todo nombre.

El recordado orador bíblico, Cecilio Arrastía, insistió en varias publicaciones que la congregación debe ser una "comunidad hermenéutica".  La iglesia de Filadelfia nos dio el ejemplo.  En contraste con la congregación de Tiatira, fueron fieles en su interpretación bíblica (cf Emaús, Hch 17.11), sin dejarse confundir por falsas profecías ni vientos de doctrina.  Y en su práctica llevaron esa fidelidad hasta las últimas consecuencias.

¡Lo que Dios puede hacer con una iglesia de "poco poder"!

Los casos de Esmirna y Filadelfia revelan toda la paradoja de la gracia y el poder de Dios.  La iglesia que Cristo describe como "pobre" de hecho es "rica" (2.9); pero Laodicea, que parece ser muy rica, Cristo la declara pobre y miserable (3.17).  Y a Filadelfia, que el mismo Cristo reconoce que "tiene poca dunamis" (3.8), se le extiende la serie de promesas más impresionantes, y se le anuncia la victoria más contundente (3.9), de todas las cartas.[9]  Ninguna otra carta tiene promesas comparables a las que Cristo extiende a la congregación de Filadelfia.

En contraste con su respuesta a Esmirna, Cristo no responde a Filadelfia con algo como "tienes poco poder -- pero mucho poder espiritual".  El "poco poder" no se califica ni se condiciona.  Parece significar que esta congregación no tenía gran influencia social en su comunidad, ni grandes recursos económicos, ni miembros distinguidos para impresionar a la sociedad.  Seguramente tenían mucha fe y firmeza, para haber sido fieles a la Palabra.  Pero probablemente no eran "fuertes" en dones espirituales o milagros, pues Cristo tampoco contrastó su debilidad humana con el poder espiritual de ellos.  Simplemente tenían "poco poder", así como suena.

Sin embargo, el énfasis del texto no cae sobre el poco poder de ellos sino sobre su fidelidad y las grandes cosas que Cristo iba a hacer en ellos.  Aquí también la paradoja es dramática: los enemigos tenían mucho poder, pero cuando Cristo abre, ellos "no pueden (dunatai) cerrar" (3.7s); los creyentes tienen poco poder, pero en Cristo sí pueden, y nadie puede resistir (3.9).  Como pasó también con San Pablo, la debilidad de ellos se transformó en motivo de gozo y su "poco poder" en el "mucho poder" de Dios (2Co 12.1-10), para que toda la gloria sea del Señor.

Nuestro mundo actual vive obsesionado por el poder: el poder nuclear, la fuerza exagerada del último modelo de automóvil, hasta el poder de bytes del disco duro de la computadora.  El poder físico del cuerpo musculoso, el poder económico, el poder ideológico de los medios de comunicación. la capacidad de los poderosos de lograr todo lo que quieren.  Nuestro mundo hoy no deja mucho lugar para el "poco poder".  Y lamentablemente, desde hace siglos atrás, la iglesia ha caído muchas veces en la misma trampa.  Olvidando que su Salvador se hizo siervo y se anonadó a sí mismo (Fil 2.6s), la iglesia a menudo aspira a ser "iglesia gran señora" en vez de la "Iglesia sierva".

Podríamos parafrasear aquí un texto que San Pablo cita también en 1Co 1.31: "No se gloríe la iglesia poderosa en su poder, ni la iglesia grande en su grandeza, ni la iglesia rica en su riqueza, sino gloríese cada iglesia en esto, de conocerme a mí y comprender que yo soy el Señor, que en la tierra establezco el derecho y la justicia, porque en eso me complazco... ¡Eso sí es conocerme a mí! (Jer 9.23s; 22.16).

El Dios de las puertas abiertas

Las circunstancias no parecían nada favorables para la iglesia de Filadelfia.  Es evidente del pasaje que ellos, como los de Esmirna, estaban atacados y calumniados por la sinagoga local (cf 2.9s).  Tenían que confrontar también la fuerza hostil del imperio romano.  Fuerzas de idolatría les presionaban a renunciar al Nombre.  Todo indicaría que estaban atrapados en una clara situación de "puertas cerradas".

San Pablo escribió desde Éfeso que "se me ha abierto una puerta grande y prometedora, y los enemigos son muchos" (1Co 16.9).  En 1895 Alberto J. Díaz, gran pionero evangélico de Cuba, escribió un informe parecido a la Junta de Misiones de la Iglesia Bautista: "Una gran persecución se ha levantado contra la obra del Maestro en la Isla, y en consecuencia, los ministros y miembros de las iglesias trabajan muy activamente".[10]

¡Para nuestro Dios, el "poco poder" y los "muchos adversarios" no son más que puertas abiertas para manifestar su gloria!

Por Juan Stam

Revisado abril 2018

[1]) Esta veracidad del Hijo va paralela con la de Dios Padre, quien es verdad en su propio ser (Sal 31.5; Is 65.16), dice verdad (Sal 41.6), y hace verdad (Dn 4.37); cf Ap 15.3; 16.7; 19.2.  La "verdad" que Dios es, es más que sólo conocer la verdad o decirla, es existencial: significa ser verdad.  Dios es el único ser absoluta e infinitamente auténtico.

[2]) Purity of Heart is to Will One Thing (NY:Harper 1938).

[3]) Ruiz Bueno lo traduce "los dobles de alma" (1Clem 11;2) o "los vacilantes" (Herm Vis 3.4.3; 4.2.6) en contraste con "los enteros en la fe" (Herm Mand 9.6).  Herm Mand 9.9 llama a la dipsujía "hija del diablo"

[4]) Estos dos capítulos corresponden al conocido poema: "No me mueve mi Dios para quererte, el cielo que me tienes prometido [cap 4], ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte [cap 5]".  Si nuestra motivación no es pura no puede serlo nuestra conducta, ni seremos nosotros mismos "puros de corazón".

[5]) Otro de varios libros alrededor del mismo tema fue Charles Davis, A Question of Conscience (London: Hodder & Stoughton 1967).

[6]) Texto levemente adaptado.  Pueden citarse aquí también las palabras de la autora Willa Cathers: "El crecimiento artístico es...un proceso de refinar el sentido de veracidad.  Los estúpidos creen que es fácil ser honesto; los grandes artistas saben lo difícil que es" (citado en Christian Century, 13 de mayo de 1992, p.519).

[7]) La congregación de Tiatira tuvo pretendidos dones proféticos, pero por estar claramente desconectados de enfoques bíblicos, caían en la profecía falsa.  El "Espíritu" sin la Palabra, tarde o temprano resultará ser un espíritu falso.

[8]) González Ruiz en Comentarios a la Biblia Litúrgica (Paulinas, Marova, 1976), p.2137.  Entendemos, por supuesto, que esa nueva creación será don de gracia divina, pero nuestra fe nos llama a luchar desde ahora por la justicia de ese reino venidero.

[9]) Cuesta determinar si la promesa de la postración de los judíos debe entenderse como escatológica o intrahistórica.  El hecho de que se refiere explícitamente a la sinagoga de Filadelfia, y que aparece mucho antes de la promesa escatológica a los vencedores (3.21), favorece la interpretación histórica.

[10]) carta al Dr. Tichener, 24 abril 1895, en Marco Antonio Ramos, Panorama del Protestantismo en Cuba (Miami:Caribe 1986:146).



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