Caña dulce pa'moler
Algunas reflexiones sobre los bellos valores humanos y espirituales de una canción folclórica, la importancia de tener casa propia y el desafío a ayudar a otros a tener casa y salir de la pobreza.
"Caña dulce pa'moler"
(Comentarios nada sofisticados sobre una canción folclórica)
Las personas que nacimos en otras latitudes, hablando otros idiomas, llegamos a conocer la cultura latinoamericana como una novedad, llena de gratas sorpresas. También, creo, tendemos a fijarnos mucho en la letra, especialmente en los primeros años cuando el castellano nos cuesta. Hoy quiero comentar la letra de una de mis canciones folclóricas favoritas, que considero también muy buena poesía y aun más, un cuadro de valores humanos y espirituales muy digno de tomar en cuenta:
Caña dulce pa'moler
cuando tenga mi casita,
¡Oh que suerte tan bonita,
Oh que suerte tan bonita!
que pa'mí tendrá que ser.
Cuando apunte el verolís
y yo viva con mi nena,
no tendré ninguna pena
no tendré ninguna pena,
y seré siempre feliz.
Tendré entonces mi casita,
y una milpa y buenos güeyes,
y seré como esos reyes
que no envidian,
que no envidian ya nadita.
Con mi Dios y mi morena
caña dulce y buen amor
esta vida noble y buena,
esta vide noble y buena,
pasaré sin un rencor.
La rima de estas líneas me parece interesante y significativa. Lo típico es una doble rima, en forma quiástica. La primera estrofa tiene moler con ser, y casita con bonita. La segunda, verolís con feliz y nena rimando con pena; la tercera, casita con nadita, y güeyes con reyes; la cuarta, con otro esquema, morena del primer renglón con buena del tercero, y amor del segundo con rencor del cuarto. En cada caso, la rima tiene mucho sentido. Especialmente llamativa es la rima de güeyes con reyes, ¡con ventaja de los güeyes!
Si llamamos "Jaime Agricultor" a este campesino enamorado de la vida, es interesante notar las cosas que tiene él (o sueña con tener), y las que no tiene (ni quiere tener). Tiene caña de azúcar y sueña con tener casa propia. Sabe que tiene una suerte muy bonita, y tiene felicidad. Tiene su novia amada (mi nena, mi morena), su milpa y sus bueyes. Tiene fe en Dios y tiene buen amor. Tiene una vida noble y buena. Es casi para pensar en el Salmo 23, "Jehová es mi pastor, nada me faltará". Don Jaime Agricultor tiene suficiencia y satisfacción en su vida tan humana.
Lo que Jaime Agricultor no tiene es también muy importante. Aunque es pobre, no tiene pena. No tiene envidia de nadie, ni aun de los reyes. Y también muy importante, no tiene nada de rencor, ni una gota de amargura. ¡Eso sí es una vida noble y buena!
Llama la atención el lugar central de la casita en el soñar de nuestro campesino. Esa casa no tenía que ser elegante, mucho menos lujosa, pero será bonita porque será suya propia, y la va a querer como tal. ¡Cuán importante es tener casa propia! Podríamos parafrasear a Ortega y Gasset con "Yo soy yo, con mi casa". Hoy día muchas personas valoran a los y las demás según la casa que tengan ("Por sus casas los conoceréis"). Es inhumano que tantos pobres no tengan casa propia, y pasan toda la vida pagando alquiler. El día que lleguen a tener casa propia, nacerán las esperanzas de salir de la miseria.
A mediados de los 1960s mi esposa y yo decidimos construir nuestra casa, en un lugar de campo en las afueras de San José, Costa Rica. Teníamos ahorros para comprar el lote, pero nos faltaba dinero para la construcción. Para eso nuestro padre, Jacob Stam, nos prestó la cantidad faltante, que creo que eran dos mil dólares. Cuando ya terminamos la construcción y nos trasladamos a la nueva casa, ya sin tener que pagar más alquileres, le escribí a papá para preguntarle cómo comenzar a enviarle los pagos de la cancelación del préstamo.
A vuelta de correo Papi nos envió un recibo formal con "Paid in Full" (cancelado en su totalidad) y un texto (a Papi, que era abogado, le encantaba insertar algún texto o un testimonio cristiano en documentos legales), "De gracia recibiste, dad de gracia", agregó al pie del recibo. En una carta que acompañó ese recibo, nos dijo, palabra más palabra menos, "Amados hijos, ahora que tienen casa propia, si me permiten hacerles una sugerencia, cuando comiencen a acumular algunos ahorros, piensen en los que no tienen casa, especialmente pastores nacionales, y dediquen una porción generosa de sus ahorros a ayudarles a ellos a tener también su casa propia".
¡Excelente recomendación, que hasta hoy nos inspira! Es una injusticia vergonzosa que los que tienen casa propia y mucho más, cobren altos alquileres a los que no tienen ni una choza y luchan por sobrevivir. Pero ya que estamos insertos en ese sistema tan poco cristiano, hagamos de nuestra vida un proyecto de ayudar a otros a salir de la pobreza. Eso sería una mayordomía muy fiel y responsable de los recursos que Dios nos ha prestado, para que otros puedan cantar:
Caña dulce pa'moler
cuando tenga mi casita,
¡Oh que suerte tan bonita,
Oh que suerte tan bonita!
que pa'mí tendrá que ser.
NOTA: "Caña Dulce" fue compuesta en 1926 por José Daniel Zúñiga y José Joaquín Salas