Bienaventurados los indignados/as

Es sorprendente lo mucho que la Biblia habla del odio que siente Dios a la maldad. Dios mismo, y Jesús, son los primeros indignados.

Juan Stam
Juan Stam

¡Bienaventurados los indignados!

¡a veces el pecado no es enojarse,

sino no enojarse!

Hace unas semanas recibí un correo que expresa una actitud típica de muchas iglesias:

Hermano, nosotros en México tendremos elecciones, queremos un cambio, pero muchos cristianos no entienden esto.  La iglesia institucional no participa en las cuestiones sociales.  ¿Oponerse a que las cosas sigan igual, es oponerse a Dios?  Nos dicen que Dios es el que pone las autoridades y hay que dejarlo así.  ¿Como entender esto?  

La consigna parece ser: "Bienaventurados los conformes y sumisos, porque ellos no tendrán problemas".  En muchas iglesias priva la cultura de la sumisión ciega, sin permitir el necesario discernimiento crítico. Es la cultura del "Amén automático", irreflexivo y acrítico.  A menudo el decir Amén es algo así como roncar, porque ambos se hacen estando dormidos y sin pensar. Por eso a veces alguien puede soltar su "Amén" antes de que el predicador o la predicadora hayan terminado la oración o expresado su idea. No importa lo que haya dicho, diré Amén, y cuánto más fuerte, mejor.[1]

Comentemos primero la pregunta específica: ¿Pone Dios a los gobernantes y es pecado oponerse a ellos? Pues, ¡jamás de los jamases! Ni en la sociedad ni en la iglesia. Dios por su providencia y gracia ha establecido el orden en la sociedad y ha puesto al gobierno para castigar a los injustos y defender a los justos (Rom 13:3-4), pero cuando un gobierno hace lo contrario, cuando protege a los injustos y persigue a los justos, como hacía el imperio romano en tiempos de Juan de Patmos, ese gobierno no lo puso Dios sino el diablo (Ap 13:2-4). En Israel, la tarea mayor de los profetas fue la de criticar al gobierno. De Micaías, un profeta ejemplar, el rey Acab se quejó que "me cae muy mal porque nunca me profetiza nada bueno" (1R 22:8). A eso respondió Micaías, "Vive Yahvéh, que lo que Yahvéh me hablare, eso diré" (22:14), por mucho que eso ofenda al rey.

A menudo se manipulan algunos textos para evitar la responsabilidad. Recuerdo que en Nicaragua, bajo la dictadura somocista, los amigos del régimen apelaban a Romanos 13 para afirmar que Dios puso a Somoza y había que obedecerlo. Pero qué curioso, con el triunfo Sandinista ellos se olvidaron de ese texto y su versículo favorito ya era Hechos 5:29: "Es necesario obedecer a Dios [que puso a Somoza] y no a los hombres [el nuevo gobierno]". ¿Cómo explicar que Dios puso a Somoza pero no a los Sandinistas? Era una manipulación obvia de la fe y de la Biblia.

Históricamente, la religión ha sido una espada de dos filos. Con demasiada frecuencia ha sido una instancia legitimadora del sistema. A eso corresponden los profetas del palacio, que siempre dicen lo que el rey quiere escuchar. Pero la religión puede ser también transformadora, como muchas veces en la historia ha sido. En esa ambivalencia, la religión suele ser opio, como bien observó Marx, pero puede ser también una poderosa levadura de procesos históricos de liberación y transformación. Si Marx hubiera conocido a Camilo Torres, Oscar Arnulfo Romero, Dietrich Bonhoeffer y Martin Luther King, hubiera reformulado su frase: "La religión suele ser opio, pero también puede ser una poderosa levadura de cambio".

Una peligrosa arma de la religión paralizadora consiste en entender el amor como pasividad. Entendido bíblicamente, el amor no es principalmente un sentimiento sino un compromiso radical con el bien del otro y de todos (cf. Prv 25:21), lo que Camilo Torres llamaba "amor eficaz". Por eso Cristo nos ordena amar a nuestros enemigos, aunque nos caigan insoportablemente mal. Significa desear el mayor bien de ellos y responder a ellos en la forma que mejor corresponde para su mayor bien.[2]

Jesucristo, el indignado: Esto lo ejemplificó Jesús en toda su vida. Sin duda él amaba a los fariseos y saduceos, pero no fue "amable" (en el sentido moderno burgués) con ellos. De hecho, los insultaba una y otra vez.  Según el cuarto evangelio dijo a los judíos, "Ustedes son hijos de su padre el diablo" (Jn 8:31,44); son "generación de víboras" y convierten la gente en "hijos del infierno" (Mt 23:15). Al rey Herodes le llamó "aquella zorra" (Lc 13:32) y a los escribas y fariseos, ¡con cuántos insultos los agredía! En un solo discurso mateano (Mat 23; cf. 6:1-3; cf, Lc 11:39-52), Jesús los tilda de vanidosos y pretenciosos, hipócritas (repetido siete veces, para mayor énfasis), devoradores de casas de viudas, insensatos, necios,  guías ciegos, sepulcros blanqueados, serpientes y generación de víboras. Aun a su discípulo Pedro Cristo lo llamó "Satanás" (Mt 16:23; Mr 8:33; o agente de Satanás, que también era insulto).

¡Jesús fue (y es) todo un ejemplo de indignación! Jesús mismos nos llama a unirnos solidariamente con los indignados de nuestro siglo. Lejos de ser un modelo de tranquilo conformismo, Jesús nos da un ejemplo de la más radical criticidad, incluso contra las autoridades religiosas y políticas de su nación.

Podemos notar aquí también que el Jesús de los evangelios se enojaba ante la injusticia, la falsedad y el pecado. Nunca se enojó por interés propio, por lo que le afectaba en lo personal. Ante el juicio totalmente injusto con que lo condenaron, no abrió su boca. Pero cuando sanó a un enfermo y los fariseos, indiferentes al sufrimiento humano, se dedicaban a ponerle trampas legalistas, vemos a Jesús "mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones" (Mr 3:5). Y a los mismos discípulos, cuando impedían a los niños venir a él, "se indignó" (Gr aganaktew, enojarse). A veces el pecado no consiste en enojarse sino precisamente en lo contrario, en no enojarse. Un Jesús incapaz de enojarse ante la injusticia no sería nada convincente, ni sería Hijo de Dios.

Hay una paradoja muy significativa en las relaciones humanas de Jesús. Se pronunció a favor de los pobres ("Bienaventurados ustedes los pobres") pero era hostil contra los ricos ("Ay de ustedes ricos", Lc 6:20,24; cf. Mt 19:23-26; Mr 12:41; Lc 16:19; 18:23; 19:8-9).[3] Para "los de abajo" (publicanos, adúlteras, rameras, pobres) Jesús tenía sólo palabras compasivas, de comprensión y perdón, mientras a "los de arriba" (ricos, fariseos, sacerdotes, escribas), cuesta mucho encontrar palabras que no sean severas y, reconozcámoslo, a menudo insultantes. Ni al gran maestro Nicodemo le mostró deferencia alguna. Una paradoja similar marca la figura de Jesús como Príncipe de Paz, pero que no había venido a traer paz a la tierra sino espada (Mt 10:34):

Aunque Jesús critica a la iglesia de Éfeso por haber perdido "el primer amor", en seguida (¡qué paradoja!) les felicita por "aborrecer las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco" (Ap 2:4,6).[4] En efecto les dice, "Ustedes han perdido el primer amor, y por eso son una iglesia caída e infiel, pero por lo menos una cosa buena tienen, que aborrecen...conmigo, como yo aborrezco". (Nunca dice que aborrece a los nicolaítas mismos, sino a la doctrina y las obras de ellos). El Jesús de las cartas a las siete iglesias, y del Apocalipsis en general, es un Jesús indignado con la indignación de su amor.

Tomás Münzer, el reformador anabautista del siglo XVI, denunciaba "la bondad ficticia" de un Cristo dulce, desconociendo al Cristo amargo de los evangelios. El Cristo dulce es el Cristo de la gracia barata, domesticado y aburguesado, un Cristo simpático y complaciente. Esa dulzura sacarina y anodina, inocua e inofensiva, es más bien una negación total del Cristo de los evangelios.

¡Dios mismo es el primero de los indignados! Todos sabemos que Dios es amor, pero no de un amor sentimental sino un amor que sabe indignarse. Sorprenden, y poco se toman en cuenta, los muchos textos bíblicos que hablan del odio y el enojo de Dios y que nos mandan a nosotros también "odiar como Dios y con Dios". Veamos una breve síntesis:

(1) Dios ama la justicia y por eso odia la injusticia y la corrupción: "Yo, Yahvéh, amo la justicia, pero odio el robo y la iniquidad" (Isa 61:8). "No maquinen el mal contra su prójimo ni sean dados al falso testimonio, porque no aborrezco todo eso, dice Yahvéh" (Zac 8:17). Del rey mesiánico dice, "Tu amas la justicia y odias la maldad" (Sal 45:7; cf. 26:5; 119:163; cf Heb 1:9). "Yahvéh ama a los que odian el mal" (Sal 97:10 NVI; cf. RVR "Los que amáis a Jehová, aborreced el mal"; cf. Am 5:15; Rom 12:9).

¿Dónde está la voz profética de nuestros políticos "cristianos/as" ante tanta injusticia y corrupción en nuestros países hoy? Sólo por las voces nuestras puede hacerse escuchar el odio de Dios contra esas realidades.

(2) Dios ama la paz y odia la violencia. Prv 6:16-19 da un registro muy revelador de los odios de Dios:

Hay seis cosas que Yahvéh aborrece,

y siete que le son detestables [odiosas],

Los ojos que se enaltecen,

la lengua que miente [falsedad],

las manos que derraman sangre inocente [violencia],

el corazón que hace planes perversos [corrupción, injusticia]

los pies que corren a hacer lo malo,

el falso testigo que esparce mentiras [falsedad, injusticia]

y el que siembra discordia entre hermanos.

"Yahvéh examina a justos y a malvados, y aborrece a los que aman la violencia" (Sal 11:5). "Tu has pecado derramando sangre, pues la sangre te perseguirá" (Ezq 35:6 BJ). Dios abomina los que entran en su presencia con manos llenas de sangre (Isa 1:15). En el Apocalipsis, el caballo rojo simboliza la violencia, la guerra y el derramamiento de sangre (6:3-4). La gran ramera está ebria con la sangre de los santos (17:6). Según la explicación angelical de las segunda y tercera copas de ira, los que derraman sangre no tienen derecho de beber agua (16:6). ¡Si les gusta tanto la sangre, que beban sangre! Según Ap 18:24, Dios vengará toda la sangre derramada en la tierra.

Qué raro, pero muy, muy extraño, que tantos "cristianos" y "cristianas" hoy, en vez de odiar la violencia y la guerra, son los más enamorados de ellas.

(3) Dios ama la verdad y odia la falsedad (Prv 6:17,29 citado arriba). "El justo aborrece la mentira" (Prv 13:5). "Aborrezco y repudio la falsedad, pero amo tu ley", canta el salmista (Sal 119:163). Satanás es por naturaleza un mentiroso y engaña a las naciones. La segunda bestia de Ap 13 es la cara buena del sistema, como "Ministro de Propaganda y Relaciones Públicas" de la primera bestia.  En Ap 16 la guerra de Armagedón es convocada por los sapos diabólicos que van a todos los palacios del mundo para convencer a los reyes que hace falta una guerra de agresión, y ellos creen esa propaganda militar de puras mentiras, como siempre (Ap 16:13-14).

Si amamos la verdad y aborrecemos la mentira, tenderemos mucho cuidado con toda la propaganda que nos traen los medios de comunicación. Tendremos el "sospechómetro" en su máximo nivel. Al prender el televisor, veremos los muchos sapos de engaño que se arrastran por la pantalla.

(4) Dios odia, con un odio especial, la falsa espiritualidad. Cuando el pueblo es infiel, y vive en la injusticia, la violencia y la mentira, hacen aun peor cuando pretenden adorar a Dios (como pensar, "por lo menos una cosa buena tenemos, que somos religiosos"). Su falsa espiritualidad no compensa por sus pecados, sino constituye la peor de sus ofensas:

¡Oigan la palabra de Yahvéh, gobernantes de Sodoma [Israel]!

¡Escuchen la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorrah [Israel]!

¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? -- dice Yahvéh--

Harto estoy de holocaustos de carneros

y de la grasa de animales engordados...

¿Por qué vienen a presentarse ante mí?

Quien les mandó traer animales para que pisotearan mis atrios?

No me sigan trayendo vanas ofrendas;

el incienso es para mí una abominación...

No soporto que con su adoración me ofendan...

Cuando levantan sus manos, yo aparto de ustedes mis ojos,

aunque multipliquen sus oraciones, no las escucharé,

pues tienen las manos llenas de sangre.

                                                                  (Isa 1:10-15)

Yo aborrezco sus fiestas religiosas,

no me agradan sus cultos solemnes...

Aleja de mí el bullicio de tus canciones;

no quiero oír la música de tus cítaras.

Pero que fluya el derecho como las aguas,

y la justicia como arroyo inagotable.

                                                      (Amós 5:21-24)

Conclusión: Podemos afirmar, muy paradójicamente, que uno de los grandes defectos de la iglesia de hoy es que no sabe odiar. No sabemos aborrecer con Jesús lo que él aborrece, no sabemos odiar con Dios como él odia. Dios es amor, pero amor que odia, y hasta odia al odio. El amor odia con un odio santo. El odio contra la injusticia, la violencia y la falsedad es de hecho el amor en acción frente al desamor y la maldad. Lo contrario del amor no es la indignación sino la indiferencia:

Sólo le pido a Dios

Que el dolor no me sea indiferente,

Que la reseca muerte no me encuentre

Vacío y solo, sin haber hecho lo suficiente.

Sólo le pido a Dios

Que lo injusto no me sea indiferente,

Que no me abofetean la otra mejilla

después que una garra me arañó esta suerte.

Sólo le pido a Dios

Que la guerra no me sea indiferente,

es un monstruo grande y pisa fuerte

toda la pobre inocencia de la gente.

Este odio de Dios es la ternura de su compasión ante tanta injusticia; es un odio que llora (cf Mr 3:5). La canción de Julio Jaramillo lo expresa bien:

Yo vi llorar a Dios Anoche, soñando, he visto a Dios llorando, jamás lo olvidaré ahora que estoy despierto, aún me parece cierto, yo quiero contarle al mundo lo que soñé ahora que estoy despierto, aún me parece cierto, yo quiero contarle al mundo lo que soñé. Yo vi llorar a Dios y al preguntar por qué lloraba me contestó el Señor que por nosotros se apenaba por qué ya no seguimos sus santos mandamientos y nuestros pensamientos se alejan de su amor. Me habló con triste voz de tanto niño abandonado de la miseria cruel que tanto pueblo ha destrozado por qué si le queremos y le necesitamos por qué no terminamos de hacer llorar a Dios por qué si le queremos y le necesitamos por qué no terminamos de hacer llorar a Dios. Yo vi llorar a Dios y al preguntar por qué lloraba me contestó el Señor que por nosotros se apenaba por qué ya no seguimos sus santos mandamientos y nuestros pensamientos se alejan de su amor. Me habló con triste voz de tanto niño abandonado de la miseria cruel que tanto pueblo ha destrozado por qué si le queremos y le necesitamos por qué no terminamos de hacer llorar a Dios por qué si le queremos y le necesitamos por qué no terminamos de hacer llorar a Dios.

Eduardo Galeano, en un reciente escrito, afirmó que hay dos clases de personas, "los indignados" y por otra parte "los indignos". Ser neutral o pasivo ante la maldad es renunciar a su propia dignidad como ser humano. Para Gandhi, "Lo más atroz de las cosas de la gente mala es el silencio de la gente buena". "No me duelen los actos de la gente mala", declaró Martin Luther King, "me duele la indiferencia de la gente buena". Ese silencio, según King, va minando la misma humanidad de los indiferentes: "nuestra vida comienza a terminar en el momento cuando nos callamos sobre asuntos importantes". También dijo que "no hay nada en el mundo más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda".

A través de la historia esa clase de "amor eficaz" y su converso, la ira santa y justiciera, ha sido la motivación que ha impulsado los grandes héroes de la libertad. Moisés, viviendo en el palacio, amaba a su pueblo y odiaba la opresión. Los profetas hebreos amaban apasionadamente la justicia y odiaban la corrupción y la maldad en su propio pueblo. Simón Bolívar y José Martí odiaban el colonialismo, Abraham Lincoln y José Simeón Cañas odiaban la esclavitud, Dietrich Bonhoeffer odiaba el nazismo; Martin Luther King odiaba el racismo. Todos ellos pertenecían a a la compañía noble de los indignados. ¿Cuales son los "santos odios" que deben inspirarnos a nosotros hoy? Igual que los cristianos de Éfeso, tenemos que aprender a odiar con Cristo las cosas que él aborrece:

Ya queda claro:

¡Dios mismo es un indignado,

y Jesucristo también!

¡Qué importante saber enojarnos!

¡Ay de mí si me quedo indiferente!

Bienaventurados los indignados,

porque ellos buscan el reino de Dios,

que se haga la voluntad de Dios

en estas tierras nuestras.

¡Unidos para una fe más militante!

[1] Ver el final de Tomo I de mi comentario al Apocalipsis, "Cómo decir Amén cristianamente"/

[2] Algunos párrafos que siguen son adaptados de mi artículo, "¿Era Jesús siempre amable?",  www.juanstam.com  (12.28.2010).

[3] Cf. " Jesús y las riquezas", ibid. 11.24.2011.

[4] Esa aborrecible desviación, que parece haber consistido en una mezcla de fe en Cristo con el culto al emperador, se había presentado también en Pérgamo y Tiatira, y Jesus amenaza venir con su espada para pelear contra ellos.


Comentarios

Sonia Torres ,

Tremendo mensaje querido hermano Juan ,Dios siempre le de sabiduria para enseñarnos las Verdades de JESUS ,una enseñanza mas en mi vida que lo llevare por la gracia de Dios por siempre ,Saludos desde PERU-Huancayo ,que tuve el privilegio de conocerlo personalmente cuando vino por aqui el 2009,Dios lo bendiga ..saludos ..

Carolina

Hola Hermano Juan. Soy estudiante de Ing. Civil en Colombia (Medellín) y te conocí cuando dictaste una conferencia en la Universidad Lectura Política y Anti-imperialista del Libro del Apocalípsis. Quiero decirte que me retas mucho a continuar con el trabajo crítico y concienzudo en la U..Éste artículo me gustó Bastante. Gracias a señor por tus palabras.

Daniel Scott

Muchas gracias por escribir este articulo. Me ayuda y anima en los tiempos que se estan viviendo en España. un abrazo grande desde Barcelona.

Ricardo

Un fuerte abrazo, querido Pastor.¡ Cómo no indignarse frente a las múltiples injusticias que se ven en este mundo de hoy, tan impregnado de "ideales" neoliberales...! ¡ Cómo no indignarse frente a gobiernos y políticos y economistas que "ajustan cinturones" a los pobres, prometiéndoles ,por estos sacrificios presentes , una gran calidad de vida terrenal ...en unas próximas generaciones...! ¡ Cómo no indignarse que en los púlpitos de nuestras iglesias se ignoran estos problemas sociales ,so pretexto que "eso es política "! ( y se acalla a quien quiera hacerlos presentes...).Jamás olvido al conmovedor "Loco" Gromov, ese entrañable ateo y quijotesco marginal que inmortalizara Antón Chejov en su vibrante cuento "La Sala Número Seis ", que está en su obra "La Dama del Perrito ". Casi recuerdo textualmente su soliloquio fraterno en su celda en el hospital siquiátrico : " La humanidad de un mundo mejor iluminará la tierra algún día..., y los pobres, marginales y perseguidos tendrán la felicidad que se merecen...Tal vez para entonces ya no esté...¡ No importa !, ¿ qué más da ? ¡ Desde estas rejas que me aprisionan yo les saludo , hermanos míos ! ¡ Hermanos lejanos de un porvenir remoto ! " Me hizo saltar lágrimas cuando lo leí, tal vez porque en ese personaje de ficción había más del Evangelio que en muchos "humanos" del mundo de hoy. Un fuerte abrazo, Pastor.

Carolina

agradezco al Señor por encontrar esta página, todo lo que he encontrado aquí me ha sido de gran bendición. Hermano Juan, estará usted en mis oraciones. Saludos desde Monterrey, Nuevo León, México.

Jose manuel

Si nuestros gobernantes fueran cristianos le doy la razón de que debemos levantar la voz, pero que podemos esperar de quienes no conocen a Dios... No es mejor Evangelizarlos que puramente criticar o manifestarnos en contra de sus acciones?? Sus argumentos no son válidos si lo que quiere es que el pueblo cristiano haga marchas y protestas en vez de predicar la palabra y exhortar a dichos gobernantes...

John Anzola .

Muchas gracias, hermano Juan. ¡Cuanta falta nos hace desarrollar una mente cristiana crítica! Crecí en una iglesia en donde no se podía objetar nada, era lo que ellos dijeran y punto. Cualquier opinión contraria era tomada como una sublevación, y eso era pecado. La Biblia nos enseña a escudriñar, a analizar, a opinar. Lamentablemente el sistema cristiano tiene muchas fallas. Dios es Dios, siempre lo será y él merece toda la gloria. Pero el sistema es problemático, criticable. Un abrazo. John AnzolaBogotá, Colombia.

Fernando Figueroa

Una vez más, alimento para el espíritu y y nuestra razón. Artículos como este ayudan a cuestionar, evaluar, pues de qué sirve un barco que no soporta las tempestades? Pienso que Dios ama especialmente al que cuestiona y hasta al que duda, y los utiliza y convierte en sus más fervientes seguidores, porque aprecian mucho más su amor y sabiduría que los que siempre dicen "sí, amén, amén". Un sincero saludo de un amigo católico en El Salvador.

Joaquin Vargas. joaquin.vargasj@gmail,com

La indignación que echó a los cambistas del templo a correazos. El Señor nos ayude a indignarnos ante la injusticia, las pretensiones del injusto, y ante este sistema excluyente y codicioso de "ganancias deshonestas". Nos de inteligencia, sabiduría y su caracter. Que enorme desafío, renunciar al cristianismo edulcorado.

Arturo Orrego

Apreciado hermano Stam....gratos recuerdos de usted y de su querida esposa nos inundan al leer sus necesarias reflexiones, las que siempre compartimos con gozo en nuestra pequeña comunidad en Bogotá Colombia.Espero que el Dios indignado y de amor, esté llenandoles de bendiciones y también de indignación.AbrazosViviana Machuca y Arturo Orrego

juanstam

Gracias, hermana Carolina, desde la bella ciudad de Monterrey! Me permito recordar a los que desean recibir los nuevos artículos por correo electrónico, que envien su dirección a juanstam@gmail.com. Un abrazo, Juan

francisco

el primer comunista fue Yeshua y su amor tiene dicotomías.... y conocereis la verdad y esta los hará libres... de qué? de no estar de acuerdo y decir basta ya!! a las falsedades por que quien no se levanta contra la injusticia es complice de ella... interesante el artículo... si no practicamos la autocrítica y análisis como pues pretenderemos sacar la paja de los demás....

carlos andres

la verdad veo grandes contradicciones en los creyentes empezando por este articulo, como es posible que un Dios de amor como creen los cristianos destruya con fuego,y a la vez nos hable de amor a los enemigos a ustedes aca les indigna lo que hacen otros evangelicos pero no se les da nada en decir que Dios mata a los profetas que dicen mentiras y ademas que manda a matar sociedades enteras sin importarle niño o niña alguna yo propondria empezar a revisar neustras propias nociones de amor qeu son tan inverosimiles .

Esteban Blanco

Estoy totalmente de acuerdo con este artículo. Basta de eyaculaciones prematuras de amenes y acuerdos sin análisis y reflexión. Nuestra indignación debe ser la de Jesucristo, que no nos inmovilice sino todo lo contrario, y llevarnos a considerar si como Iglesia no estamos separados de la realidad, de lo que la sociedad está necesitando en este momento. Muchas bendiciones!


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