Ahora sí creo en el rapto!
El secuestro del president Manuel Zelaya, en piyamas, fue un verdadero rapto! Lo que 1 Tes 4 describe es muy otra cosa.
¡Ahora sí creo en el rapto!(en broma y en serio) En estos días ha habido un debate, o digamos un proceso semántico, sobre cómo describir lo que pasó en Honduras el domingo pasado. Son muchas las ofertas en el mercado lingüístico. De derecha a izquierda, para esquematizarlo, tenemos: " defensa de la democracia, transición de poder, una transición forzada, arresto de un culpable, acción preventiva, intervención militar, golpe, secuestro de un presidente" y otros. Me parece bastante apropiado "secuestro" pero hay un término descriptivo aun mejor: ¡un rapto! Sorprender a alguien (¡en piyamas!) y transportarlo por la fuerza a otro lugar, ¿qué puede ser sino un rapto? Me hizo recordar una consulta nacional de pastores en Panamá, poco después de la invasión estadounidense de ese país. Prevalecía un estado de trauma, pero también una crisis semántica. ¿Cómo describir lo que había pasado? Algunos optaron por "la liberación", a veces muy seguros y a veces con dudas. Otra alternativa medio inocua era "la intervención militar". Más de una vez alguien dijo, "la invasión, ay perdón, la intervención que hubo". Terminaron con cierto consenso en llamarlo "aquello que pasó", sin más pelos. "Aquello que pasó el domingo" con Zelaya fue un rapto, definitivamente, y trajo a mi boca el mal sabor que siempre me produce ese término. Cualquiera que sabe algo de historia romana no podrá escuchar esa palabra sin recordar el famoso "rapto de las sabinas", que no fue exactamente un éxtasis espiritual. Me hace recordar también un simpático chiste. Un galán se llevó la hija de un campesino, a pasar una noche de placeres carnales. El día siguiente un amigo dijo al campesino, "Fue entonces un rapto", a lo que él respondió, "¡Qué va, no fue un rapto, fue toda la nopche". Hay dos problemas con el término "rapto". Primero, es del latín, de la Vulgata, y no corresponde al sentido de la palabra griega original. Segundo, no debe ser un sustantivo, "el rapto", como con significado propio. Con gran percepción teológica, el guatemalteco Arjona nos recuerda que "Jesucristo es un verbo, no un sustantivo". En teología, cambiar verbos activos en sustantivos abstractos puede hacer mucho daño. En el griego original, "ser arrebatado" es un simple verbo de transporte pero "nuestro encuentro con él" es un sustantivo con un sentido histórico muy específico desde el imperio romano. Nada que ver con un secuestro sexual, como implica "rapto", pero tampoco nada que ver con escaparse de la gran tribulación. Creer en "el rapto" es una cosa, entender el significado de 1 Tes 4:17 es muy otra cosa. "Aquello que pasó el domingo pasado", el rapto del presidente Manuel Zelaya, me ha ayudado a entender la diferencia. Ahora sí creo en el rapto, pero el de Manuel Zelaya, en su ropa de cama. ¡Eso sí se llama "rapto"!